Como advirtió Maquiavelo en su célebre obra El príncipe: “El que ayuda a otro a hacerse poderoso, labra su propia ruina”. El tema viene a colación a raíz del escabroso y delicado asunto de las conversaciones por WhatsApp, notariadas y recientemente publicadas, en las cuales se revela una interesante trama de utilización y complot. En ella, Karisma Karamañites Testa, abogada y autora material de la fallida demanda de inconstitucionalidad que buscaba tumbar la candidatura del actual presidente José Raúl Mulino, expresa que se sintió abandonada por las personas que la instaron y guiaron a presentar dicho recurso ante el Tribunal Electoral y la Corte Suprema de Justicia.
Según se desprende de la transcripción notariada de las conversaciones previas a la presentación de la demanda, figuran en esta trama una reconocida firma de abogados vinculada al partido Cambio Democrático y a Rómulo Roux, uno de los candidatos rivales de Mulino en la pasada contienda electoral, así como el principal interlocutor de esta operación, Carlos Ernesto González Ramírez, quien le dictaba a Karamañites las directrices y el procedimiento a seguir para la presentación de la demanda. Todo esto a cambio —al menos así parece— de la consabida palmadita en el hombro y el “minuto de poder” que recibiría la joven abogada, en caso de salir bien librados, por hacer figurar su nombre en primer plano de esta tramoya política.
El testimonio recogido en la transcripción revela no solo el estilo, la estrategia, las presiones y las complejidades propias de los entramados políticos que suelen cocinarse en Panamá de manera habitual y escandalosa en cada proceso electoral, sino también las deslealtades, traiciones y mezquindades propias de los poderosos cuando las cosas no salen bien. Ejemplo de ello es la conversación del 9 de mayo de 2024, cuando Carlos Ernesto González Ramírez pide: “Karisma, borra todos los intercambios conmigo del tema contencioso, por favor”.
Este episodio de aprovechamiento por parte de quienes fungen como “mogos-vivos”, logrando sus fines sin tener que dar la cara, recuerda los innumerables casos de testaferros que prestaron sus nombres para presidir cuentas y sociedades anónimas involucradas en el escandaloso caso de lavado de dinero New Business, por el que fue condenado el expresidente Ricardo Martinelli Berrocal. Las imágenes de aquel juicio traen a la memoria a una empleada doméstica a quien su jefe pidió la cédula y la hizo firmar para presidir una de estas sociedades, y que luego tuvo que rendir testimonio sin saber ni comprender de qué se trataba.
Volviendo al entramado de las conversaciones de Karamañites, la soledad y el desánimo de la joven abogada son palpables en el momento crucial de este guion de telenovela, cuando se queja ante Carlos Ernesto diciendo: “¿Cómo me van a mandar sola?”. Él responde, intentando tranquilizarla, que muchos otros actores importantes están involucrados en la estrategia, aunque curiosamente ausentes en la ejecución y exposición pública.
Cómo cambian los tiempos. Triquiñuelas y jugarretas como esta han venido a reemplazar las burdas acciones del pasado político de nuestro país —de ingrata recordación— como el robo de urnas o la alteración de actas de votación. En todo caso, siempre es bueno enterarnos, como ahora, de quiénes están detrás de estas deshonestas acciones, y que al final son los que “le enseñan a hablar al loro”.
El autor es escritor y pintor.

