En los últimos años, la estrategia de “diplomacia del lobo guerrero” empleada por los diplomáticos chinos ha suscitado un gran interés, mostrando tendencias cada vez más agresivas desde que Xi Jinping asumió el cargo. Más allá de los comentarios descorteses del exembajador en Francia, Lu Shaye, China ha apuntado recientemente contra las declaraciones del gabinete de la recién investida primera ministra japonesa, Sanae Takaichi. Esto incluye la emisión de advertencias exigiendo al gabinete que “respete el principio de una sola China”, así como ataques a su postura pro-Taiwán y pro-Estados Unidos.
Si bien los factores históricos conducen inevitablemente a intercambios verbales entre China y Japón, esto por sí solo no explica por qué los diplomáticos chinos adoptan el mismo enfoque confrontacional hacia funcionarios, medios de comunicación y comentaristas de otras naciones. ¿Qué factores han impulsado la postura diplomática cada vez más asertiva de China en los últimos años? Intento analizarlo desde la perspectiva del nacionalismo y las convenciones del sistema burocrático.
La diplomacia del lobo guerrero de los diplomáticos chinos
Desde que Xi Jinping asumió el cargo, los diplomáticos chinos han empleado constantemente declaraciones controvertidas para atacar a medios o figuras políticas consideradas hostiles a China. El caso más destacado es el del entonces embajador en Francia, Lu Shaye, quien afirmó que “los antiguos Estados soviéticos carecen de un estatus jurídico internacional válido”, defendiendo así la invasión rusa de Ucrania y alineándose con la política exterior de Pekín respecto a Moscú. Aunque sus declaraciones generaron amplia controversia, el sistema diplomático chino nunca se disculpó por ellas.
Otro ejemplo fue el de la primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, que publicó en redes sociales una fotografía junto a la delegada de Taiwán en la APEC. El Ministerio de Relaciones Exteriores de China criticó sin reservas sus acciones a través de canales oficiales, emitiendo severas advertencias de que su gabinete estaba socavando las relaciones diplomáticas entre China y Japón. Posteriormente, el 8 de noviembre de 2025, durante una sesión de preguntas parlamentarias, Takaichi declaró explícitamente que, si Taiwán fuera atacado por China, ello podría afectar el transporte marítimo y la seguridad territorial de Japón, lo que incluiría riesgos para el suministro energético y la seguridad alimentaria del país. En consecuencia, Japón ejercería su derecho a la autodefensa colectiva, empleando la fuerza militar contra cualquier invasor que atacara Taiwán.
Esta declaración confirma que la estabilidad en torno a Taiwán constituye un interés fundamental para Japón. Sin embargo, provocó de inmediato una feroz protesta del Ministerio de Relaciones Exteriores de China. Al mismo tiempo, Xue Jian, cónsul general de la Oficina de China en Osaka, publicó en X un comentario pidiendo que “se cortara la cabeza de Sanae Takaichi”. Posteriormente, el Ministerio de Relaciones Exteriores de China defendió al funcionario, agravando aún más el clima de confrontación diplomática entre Japón y China.
La agresividad no se limita a Occidente. Las misiones diplomáticas chinas en América Latina también han llamado la atención.— En Brasil, la embajada y el entonces embajador Yang Wanming atacaron en X al expresidente Jair Bolsonaro calificándolo de “extremadamente irresponsable”, acusándolo de traer “un virus mental” desde Miami, y luego describiendo a la familia Bolsonaro como “un veneno masivo”.— En Colombia, el embajador Zhu Jingyang calificó de “noticias falsas” las investigaciones de medios sobre el metro de Bogotá —proyecto con participación de empresas chinas—, y respondió a un columnista en X con la frase: “¿Quién se molestaría en leer semejantes tonterías?“.— En Paraguay, el funcionario Xu Wei se saltó los itinerarios oficiales para presionar a parlamentarios a apoyar la posición de China respecto a Taiwán, lo que llevó a su expulsión inmediata del país.
Estos incidentes evidencian que las declaraciones agresivas de diplomáticos chinos ya no son hechos aislados, sino una tendencia creciente y en escalada. La tarea tradicional de un diplomático —evitar involucrarse en la política interna de otros países, favorecer relaciones económicas y cultivar buena voluntad— parece haberse desviado hacia un comportamiento que contraviene los principios básicos del servicio exterior.
La influencia del nacionalismo y el avance profesional
Para entender por qué los diplomáticos chinos han adoptado esta estrategia de “guerreros lobo”, es necesario abordar el creciente énfasis del aparato propagandístico chino en el nacionalismo. A medida que la economía del país enfrenta impagos en el sector inmobiliario, salida de capital extranjero y aumento del desempleo, la propaganda estatal atribuye estos problemas a factores externos, desviando la insatisfacción interna del Partido Comunista. Este discurso se refuerza con eslóganes como “el gran rejuvenecimiento de la nación china” y “el fin de un siglo de humillación nacional”.
Este cambio no solo afecta la percepción pública, sino también las normas de comportamiento esperadas de los diplomáticos chinos. En esencia, quienes adoptan una retórica más asertiva encuentran facilitado su ascenso dentro del sistema burocrático. La trayectoria de Lu Shaye —cuyo estilo combativo en Francia precedió su nombramiento como representante especial para Asuntos Europeos— ilustra cómo los criterios de evaluación han evolucionado: la defensa agresiva de la “dignidad nacional” parece pesar más que la obtención de beneficios económicos o políticos tradicionales.
Conclusión
No cabe duda de que, durante décadas, la vasta población, el mercado y los recursos de China la han convertido en un socio atractivo para muchas naciones, como si quedar fuera de su mercado implicara la marginación global. Sin embargo, tras las guerras comerciales lanzadas por dos administraciones estadounidenses consecutivas, que provocaron la fuga de capital extranjero, el mercado chino se ha desacoplado gradualmente de Europa y Estados Unidos. Simultáneamente, las relaciones exteriores de China han adoptado una postura cada vez más dura, prestando menos atención a la percepción internacional.
En mi opinión, dado que la crisis económica de China no podrá revertirse a corto plazo, incluso los mayores avances diplomáticos tardarán años en materializarse. Sin embargo, dentro del sistema burocrático chino, el ascenso profesional puede acelerarse simplemente criticando con contundencia a Donald Trump o a políticos antichinos. En este contexto, es comprensible que algunos opten por acciones de impacto inmediato. No obstante, sigue siendo dudoso que esta estrategia contribuya realmente a mejorar la posición diplomática de China en el mundo.
El autor es doctorando en el Instituto de Asuntos Internacionales y Estudios Estratégicos de la Universidad Tamkang (Taiwán), especializado en el estudio de China y las relaciones internacionales.

