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Panamá, Chile y los 160 años de la muerte de Andrés Bello

Panamá, Chile y los 160 años de la muerte de Andrés Bello

Hace casi tres años, y en estas mismas páginas, recordábamos a Andrés Bello y sus huellas en Panamá. Hoy volvemos a ese ensayo con un motivo muy plausible: los 160 años de su fallecimiento, que se conmemoran durante el mes de octubre en toda Hispanoamérica.

Y es que siempre hay una buena razón para recordar a Bello, y esta es más propicia que ninguna. Pocas veces confluyen en una misma persona tantas dimensiones. Hablar de Bello puede resultar inagotable por lo exhaustivo de su pensamiento, la transversalidad de su obra y lo fecundo de su legado. Sin embargo, en tiempos de convulsión y cambio en el orden mundial, vale la pena rememorarlo, ante todo, por ese consistente trayecto vital, exitoso como el que más, al abrazar vigorosamente la idea independentista de la América Hispana con una convicción sin bemoles y, al mismo tiempo, una prudente estrategia en su cometido.

Así las cosas, Bello fue, antes que todo, un gran diplomático, que dio sus primeros pasos profesionales en las legaciones de Venezuela, Colombia y Chile en Londres, donde logró entender los desafíos y complejidades del surgimiento del Estado nacional en pleno siglo XIX, cuando el continente luchaba al compás de juntas provisorias y proclamas de independencia. De este modo, Bello fue pionero en establecer principios del orden internacional y una cuidadosa arquitectura institucional que permitiera —como ocurrió— cimentar las nacientes repúblicas en medio de la anarquía reinante.

De allí es imprescindible el ejemplo resiliente que nos deja Bello, no solo por su biografía migrante, sino por ese exilio no buscado que vivió en Londres, cuando quedó a la deriva luego de la reversión del proceso emancipador en Caracas, que lo despojó del cobijo de Francisco de Miranda. A esto se suman su temprana viudez y la pérdida de hijos, en un contexto de desolación y reciedumbre. Este periodo, que transcurre entre 1811 y 1820, nos recuerda que sin padecimientos no hay creatividad, y que su obra más inspiradora y fértil está alineada con esta búsqueda del orden republicano a partir del estudio filológico, la poesía, la investigación de las fuentes del conocimiento y del lenguaje, en un Bello incesante y prolífico —nunca desarraigado— que refugiaba su melancolía en un aprendizaje sin renuncios, desde la sala de lecturas del Museo Británico hasta sus alrededores.

La siguiente etapa es entonces quizás la faceta más fecunda de Bello, y se despliega con su llegada a Chile, país que lo acoge por treinta y seis años y donde fundó la Universidad de Chile y redactó el Código Civil, empeños más visibles de su obra, pero no por ello únicos, dentro de su vasto cultivo de las humanidades y las ciencias, junto con su inmortal legado codificador.

En Panamá, en tanto, se ha honrado siempre la vida y los aportes de Andrés Bello a la cultura hispanoamericana. En el jardín frontal de la Academia Panameña de la Lengua hay un busto del gran pensador, y una sala de esta institución lleva su nombre, la cual contiene su obra completa. Bello dedicó su vida a la enseñanza, a la creación de estudios jurídicos en el área del derecho internacional y a la lengua que nos legó España. Su memoria será siempre recordada por todos los que amamos nuestra historia y veneramos a nuestros próceres culturales, ámbito en el cual continúa brillando Andrés Bello.

De este modo, surge otro vínculo indisoluble entre Panamá y Chile, basado en la formación que recibieron ilustres panameños en el país austral. El fundador de la Universidad de Panamá, Octavio Méndez Pereira, estudió en Chile y ocupó la rectoría de ese centro de estudios hasta su muerte, dejando una herencia importante de obras históricas y literarias. A ellos se añaden dos de los más grandes civilistas del Istmo, Narciso Garay y Dulio Arroyo, que también estudiaron Derecho en Chile.

El influjo de Bello en esta pléyade, así como su gestión codificadora, orientó a Panamá tras su ruptura con Colombia en 1903, y culminó con la adopción del Código Civil de 1917. Por lo expuesto en estas líneas, y a ciento sesenta años de su partida, la herencia de Bello sigue viva, junto a su convicción de que el conocimiento, el orden y la cultura son las bases del desarrollo de cualquier país iberoamericano. Su figura preclara debe alentarnos a recordarlo y honrarlo, en Chile y en Panamá.

Aristides Royo es expresidente de la República y miembro de la Academia Panameña de la Lengua, y Francisco Cruz es exembajador de Chile en Panamá y presidente de la Cámara Chile–Panamá de Comercio.


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