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Panamá, epicentro geopolítico de las Américas



“Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el Istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado, como está, en el centro del globo”. Así se refería Bolívar en su convocatoria al Congreso de Panamá (1824) a un territorio que, en aquel entonces, no figuraba como una nación independiente, sino como parte de un ideal ambicioso: la unión de los pueblos de América recién independizados. Su propósito no era solo alcanzar plena autonomía y desligarse de las potencias europeas, sino también garantizar la igualdad y el aprovechamiento de los recursos del Nuevo Mundo en beneficio de sus ciudadanos.

Por su ubicación estratégica, el Istmo panameño ha sido, de manera natural, un punto clave para el comercio y el transporte mundial, fortaleciendo así la visión bolivariana que casi adquiere un carácter aforístico. No es casualidad que en nuestro escudo de armas figure la frase en latín Pro Mundi Beneficio, un reflejo del papel esencial que Panamá desempeña en el escenario geopolítico global, hoy resguardado bajo el Tratado de Neutralidad del Canal.

Aunque el sueño de Bolívar de una América unida no se materializó, en el siglo XX las naciones comprendieron la necesidad de trabajar en conjunto para garantizar la paz y la estabilidad mundial. Así nació, en 1945, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuyo principal objetivo es preservar la armonía entre los países. En este contexto, Panamá no perdió protagonismo. A pesar de no contar con ejército, ha sido miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU en seis ocasiones.

La primera vez que Panamá ingresó al Consejo fue en 1958, logrando posicionarse entre las grandes potencias. No obstante, su participación más destacada ocurrió en su segundo período (1972-1973), cuando, en una hábil jugada diplomática, consiguió que en marzo de 1973 el Consejo de Seguridad celebrara, por primera y única vez en la historia, una sesión fuera de su sede, en un país latinoamericano. El tema central de aquella reunión: la soberanía sobre el Canal de Panamá.

En aquel momento, Panamá y Estados Unidos ya habían iniciado negociaciones, pero los avances eran escasos. Años antes, en 1964, el país había roto relaciones diplomáticas tras los trágicos sucesos del 9 de enero, aunque estas se restablecieron poco después. Sin embargo, el camino hacia la firma de los tratados de 1977 aún sería largo y complejo.

En 1973, con una población de apenas millón y medio de habitantes, Panamá demostró ante la comunidad internacional que la diplomacia era un camino viable para negociar y resolver conflictos con las principales potencias. Su ubicación geoestratégica lo había convertido en un actor clave, y tanto su estabilidad como su seguridad se volvieron asuntos de interés mundial.

Quizás el mundo no nos haya reconocido como su capital, como Bolívar imaginó, pero cualquier evento que afecte el tránsito por nuestro Canal genera atención global. No es coincidencia que Panamá haya sido el primer país visitado oficialmente por el secretario de Estado de Estados Unidos en esta nueva administración.

Nuestra misión es consolidar una imagen institucional y una reputación internacional ejemplares. Esto se logra no solo reforzando nuestros valores éticos y morales, sino también fortaleciendo la institucionalidad y la eficiencia gubernamental, combatiendo la corrupción y promoviendo una carrera diplomática robusta. Como nación cuya única herramienta de defensa es la diplomacia, debemos seguir elevando nuestra presencia en el escenario geopolítico.

Garantizar que continuemos siendo de beneficio para la humanidad no nos hace más débiles; al contrario, es nuestra mayor fortaleza. Demostrar que somos capaces de proteger nuestros recursos, preservar la estabilidad y, sobre todo, velar por nuestra gente, es nuestra mejor carta de presentación y nuestro mensaje de paz para el mundo.

El autor es miembro de Jóvenes Unidos por la Educación.


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