En el marco de la guerra entre Israel e Irán, Panamá vuelve a ser un nodo estratégico en la red de intereses petroleros y maniobras diplomáticas de Medio Oriente. Lo que inició en 1968 como un acuerdo comercial entre Irán e Israel, se transformó en una red de flotas de sombras y transferencias marítimas, posicionando a Panamá en una disputa geopolítica que hoy resuena con más fuerza.
Mucho antes de que la Revolución Islámica trastocara el equilibrio de poder en Irán, el país mantenía una estrecha relación con Israel e incluso con Panamá. Así fue como la empresa Trans-Asiatic Oil Ltd. (TAO) nació en 1968 como un proyecto conjunto entre la National Iranian Oil Company y el Estado de Israel para transportar petróleo desde Bandar Abbas hasta Eilat. Esta compañía registró parte de sus operaciones en Panamá, asegurando que el crudo llegara a Europa sin complicaciones políticas con vecinos árabes.
Pero la revolución de 1979 cambió todo. El Sha Mohammad Reza Pahlavi fue derrocado y la empresa pasó a control israelí. Décadas después, el caso terminaría en una demanda internacional que obligó a Israel a pagar una compensación millonaria a Irán por la explotación del oleoducto Eilat-Ashkelon.
El 15 de diciembre de 1979, el Sha, exhausto y enfermo, encontró refugio en Panamá, donde años atrás había registrado empresas para gestionar sus activos lejos del caos político. Bajo el gobierno de Omar Torrijos, su llegada marcó un capítulo en el exilio de monarcas caídos y un punto de inflexión geopolítico. Su presencia coincidió con la crisis de los rehenes estadounidenses en Teherán, cuando estudiantes iraníes tomaron la embajada norteamericana con el apoyo de Jomeiní.
Panamá e Irán establecieron un canal diplomático para negociar la crisis, con Jomeiní y el presidente Aristides Royo. Panamá consideró extraditar al Sha, como pedían los revolucionarios a cambio de los rehenes, pero no lo entregó. Documentos desclasificados (Foreign Relations of the United States, 1977–1980, Vol XI, Part 1) revelan ese entramado.
Cinco años después, Panamá volvió a quedar en el centro de un escándalo vinculado con Irán, Israel y Estados Unidos: el caso Irán-Contras (1985-1987). Agentes estadounidenses, con ayuda israelí, vendieron armas en secreto a Irán; parte del dinero se destinó a la Contra nicaragüense. Muchos reportes sugerían que Panamá sirvió como plataforma logística.

En 1983, Hezbolá, financiado por Irán, fue señalado por los atentados contra cuarteles de marines estadounidenses y fuerzas francesas en Beirut. En 1985, Israel respondió estableciendo una zona de seguridad en el sur de Líbano, y en 1992 dio muerte a Abbas al Musawi, líder de Hezbolá, quien promovía ataques contra el norte de Israel. Esta escalada de violencia en Medio Oriente, marcada por represalias cruzadas y alianzas cada vez más definidas, terminaría teniendo consecuencias directas en territorios lejanos, y sus víctimas inocentes.
El 19 de julio de 1994, la guerra en Oriente Medio golpeó a Panamá de forma directa. Un avión de la aerolínea Alas Chiricanas explotó en pleno vuelo, matando a 21 personas. Las investigaciones apuntaron a un ataque suicida vinculado a Hezbolá, un día después del atentado en Buenos Aires. El caso dejó una marca imborrable en la historia panameña.
Entre 1994 y 2012, Irán atravesó tensiones internacionales y sanciones económicas que le embargaban el petróleo. Buscaba rutas alternativas. Tras firmar un acuerdo nuclear en 2015, un año después miró hacia América Latina, acercándose a Panamá para ingresar al mercado internacional pese al embargo.
En abril de 2016, Panamá estrechó lazos con Irán. La Autoridad Marítima de Panama firmó un acuerdo con la National Iranian Tanker Company (NITC) para permitir que buques iraníes operaran bajo bandera panameña y transitaran por el Canal, abriendo rutas clave para un Irán acorralado por sanciones. (Fuente: https://en.mehrnews.com/news/115764)
Tres años después, en 2019, Panamá canceló el registro de cientos de barcos vinculados a Irán, presionado por Estados Unidos. En enero de 2023, el comandante de la armada iraní, Shahram Irani, anunció la intención de enviar fuerzas navales al Canal de Panamá como parte de su expansión. Esto no se concretó, pero demostró que Irán no le perdía la pista al istmo. En ese mismo año, Panamá retiró la bandera a 136 embarcaciones vinculadas al petróleo iraní.
Pero Estados Unidos aún no estaba satisfecho. En marzo de 2024, Panamá recibió la visita del enviado especial de Estados Unidos para Irán, Abram Paley, quien instó a la Autoridad Marítima a retirar su bandera de todos los barcos iraníes sancionados, advirtiendo sobre violaciones a sanciones internacionales.
Panamá dio un paso más: en noviembre de 2024, el Servicio Nacional de Migración expulsó a tres ciudadanos iraníes por mantener vínculos con grupos terroristas, detectados tras verificación biométrica. El mensaje fue claro.

Aun así, Estados Unidos no se dio por satisfecho. En diciembre de 2024, sancionó a la empresa panameña Ocean Glory Giant S.A., dueña del buque MASAL, por transportar crudo iraní como parte de la “shadow fleet” que evade sanciones, bajo la Orden Ejecutiva 13902.
El MASAL y su flota de sombras surcaron los océanos cargados de petróleo iraní, navegando bajo banderas prestadas, esquivando el embargo y alimentando una maquinaria militar y nuclear en expansión. Según el Departamento del Tesoro, estos buques transportaron millones de barriles.
El 25 de mayo de 2025, Irán y China inauguraron una ruta ferroviaria directa, alejando su comercio del control occidental y reduciendo su dependencia de rutas marítimas sujetas a sanciones. Poco después, la tensión con Israel estalló en guerra abierta.
En junio de 2025, Estados Unidos desplegó dos destructores en el Mediterráneo Oriental, acercándolos a Israel tras los ataques contra Irán. Dos meses antes, Washington había firmado con Panamá un Memorándum de Entendimiento, asegurando el tránsito expedito de buques militares por el Canal, clave ante la influencia creciente de Irán y China.
A inicios de 2025, bajo el gobierno de Trump, grupos de iraníes —no reyes ni Sha, solo pasajeros sin rumbo— fueron deportados a Panamá. Alejados de las rutas del crudo, quedaron atrapados en una laguna legal, como barcos a la deriva sin ancla ni puerto.
De los días dorados del Sha al fuego cruzado de hoy, Panamá, lejos de ser un espectador, ha sido una pieza silenciosa en las tensiones que mueven al mundo.
La autora es periodista y fue embajadora de Panamá en Israel.