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Autonomía

¿Panamá, una ficción legal de nación?

Noviembre, el mes dedicado a la patria, ha concluido, y con ello surge la necesidad de reflexionar sobre el futuro de Panamá. Observando el contexto internacional, vale la pena dejar de lado las voces del establishment que insisten en vendernos la idea de soberanía nacional sin someterla a examen crítico. Es momento de poner los pies sobre la tierra y analizar la realidad sin distracciones.

La soberanía implica la capacidad de un Estado para tomar decisiones políticas y legales de manera independiente, ejerciendo autoridad suprema sobre su territorio y población. Bajo esta definición, resulta legítimo cuestionar por qué los gobernantes panameños persisten en afirmar que Panamá es plenamente soberano. Un ejemplo que alimenta esta inquietud es el Memorándum de Entendimiento firmado a inicios de 2025, cuya negociación generó dudas sobre los límites reales de la autodeterminación nacional. Las visitas de altos funcionarios estadounidenses parecieron orientadas a influir en decisiones estratégicas, como la salida de la Iniciativa de la Franja y la Ruta o el reemplazo de equipos de comunicación de empresas chinas. La intervención de China en los casos de los puertos de Cristóbal y Balboa mostró, a su vez, que otras potencias también disputan áreas clave del país.

La independencia de Panamá respecto a Colombia fue, en parte, consecuencia de la intervención estadounidense, que envió fuerzas navales y militares para asegurar la separación. Luego vinieron las concesiones a compañías norteamericanas como United Fruit Company —bajo su filial Chiriquí Land Company—, que ejercieron enorme influencia económica y laboral en Bocas del Toro y Chiriquí. Esta dependencia consolidó la etiqueta de “banana republic”, con repercusiones en la gobernabilidad nacional.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, la presencia militar estadounidense se intensificó en la Zona del Canal. Esa jurisdicción funcionó durante décadas como un enclave con leyes, tribunales, policía y comisariatos propios, evidenciando la ausencia de plena soberanía panameña. El estigma perduró hasta la gesta patriótica del 9 de enero de 1964, cuando el presidente Roberto F. Chiari rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos y abrió el camino hacia la recuperación de la soberanía.

Después vinieron años de democracia y dictadura —esta última derrocada por la invasión estadounidense de 1989—, que dejaron marcas profundas en la ciudadanía. Aun así, tras la transición democrática, Panamá logró ejercer una soberanía más clara, aunque imperfecta, marcada por corrupción, nepotismo y falta de liderazgo. Pero las decisiones dependían, al menos formalmente, de sus instituciones.

La situación cambió drásticamente en 2025, cuando el Memorándum de Entendimiento generó preocupación pública al interpretarse como una cesión de márgenes de decisión en materias estratégicas. Observadores internacionales calificaron la actuación del establishment panameño como complaciente y carente de firmeza. El país entró en una etapa de indefinición política y conceptual, al punto de cuestionarse si Panamá actúa como un Estado plenamente soberano o si transita hacia figuras híbridas donde su autodeterminación queda limitada.

Surge entonces la pregunta: ¿cómo categorizar a Panamá en la actualidad? En términos de teoría política, un protectorado es un Estado autónomo solo hasta cierto grado, con soberanía limitada y decisiones supeditadas a la aprobación de una potencia extranjera. Algunas dinámicas recientes alimentan la inquietud de si Panamá se acerca a esa categoría. Estados Unidos tiene varios territorios no incorporados —Islas Vírgenes, Samoa, Guam— y Puerto Rico opera bajo la figura de Estado Libre Asociado, condición que genera ambigüedades sobre los derechos de sus habitantes. Comparaciones como estas, aunque imperfectas, ilustran los riesgos de perder márgenes de autodeterminación.

Cada día, la carga sobre la soberanía panameña parece volverse más pesada y los derechos de autodeterminación más difusos. Quedan preguntas abiertas sobre cuándo el establishment enviará la notificación de terminación del Memorándum o si se están negociando, a puerta cerrada, fórmulas que acerquen al país a modelos asociados o protectoralistas.

La historia y el presente de Panamá reflejan una lucha constante por la verdadera soberanía, frente a influencias externas y decisiones internas que afectan directamente el destino nacional. El futuro dependerá de la capacidad de la sociedad y de sus líderes para recuperar, fortalecer y ejercer plenamente la autodeterminación panameña.

El autor es ciudadano.


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