A finales del Siglo XIX, el comercio internacional se enfrentaba a una encrucijada, la elección de una ruta que conectara los grandes océanos a través de los cuales se movía toda la mercancía global, es decir, el Atlántico y el Pacífico, todo esto por medio de un Canal, y para ello existían dos países candidatos, Nicaragua o Panamá, quienes representaban grandes opciones de factibilidad para ejecutar esta gran obra de ingeniería moderna; pero fue un simple suceso lo que permitió que Panamá se quedara con el control de la ruta interoceánica: una estampilla del Volcán Momotombo erupcionando.
Esta imagen, que graficaba la inestabilidad geográfica de la ruta por Nicaragua, fue la utilizada por los lobbies norteamericanos que votaban a favor de la ruta por Panamá, la que permitió que Washington decidiera la construcción del Canal por el Istmo panameño, destacándose desde ese momento la posición y estabilidad geográfica del País, que sigue siendo hasta la fecha uno de los grandes recursos con los que cuenta Panamá.
Cuenta la historia que, cada 100 años, surge un reto que pone a los países en posiciones cruciales y cuyas decisiones juegan un papel fundamental para el curso de la historia de la humanidad, en esta ocasión Panamá tiene nuevamente una encrucijada donde el mundo reclama su papel estratégico para garantizar la protección de la industria tecnológica global. Es decir, la fabricación de semiconductores, el corazón de la tecnología moderna, que se encuentra actualmente en peligro debido a que el mayor fabricante de chips, la Isla de Taiwán, está inmersa en una crisis geopolítica debido a las crecientes tensiones militares con China, lo que genera una preocupación mundial sobre la seguridad y la estabilidad de la cadena de suministro de estos componentes cruciales.
Es así que, de la misma manera en que Panamá logró adjudicarse la construcción del Canal frente a la opción de Nicaragua, siendo un testimonio de la importancia global del país en el comercio y la logística, ahora la historia le permite posicionarse como un nuevo “canal” tecnológico, producto de su posición estratégica, neutralidad y estabilidad política, que la convierte en un actor clave de la industria de semiconductores, como centro de producción y distribución, gracias a su infraestructura y su acceso a mercados tanto en América del Norte como del Sur que son ventajas que podrían atraer inversiones para la instalación de plantas de semiconductores en el territorio.
Finalmente, la analogía con la historia reciente del Canal, va más allá de lo geográfico. La neutralidad de Panamá, consagrada en los tratados del Canal, y su reputación como un territorio seguro para el comercio internacional, podrían servir como un escudo protector para una industria que cada vez se encuentra más vulnerable ante las tensiones internacionales. Mientras que Taiwán enfrenta amenazas directas de China, Panamá puede ofrecer un refugio neutral y estable, libre de las presiones militares que rodean a la isla asiática.
El autor es abogado