Exclusivo Suscriptores

Para Estados Unidos, una campaña presidencial sin precedentes

Después de que John F. Kennedy ganara la presidencia de Estados Unidos en 1960, el periodista Theodore H. White publicó el libro The Making of the President, 1960 (Cómo hacer un presidente, 1960), un recuento magnífico de la campaña presidencial de ese año. La obra –que impulsó un estilo nuevo de reportaje político– fue un bestseller y ganó un Premio Pulitzer. White repitió la hazaña con las elecciones de 1968 y 1972, aunque con menos éxito.

Estoy recordando a Teddy White en estos días porque estoy rezando que algún periodista de su altura nos haga un recuento detallado, analítico e implacable sobre la campaña presidencial estadounidense de 2024, que es como una montaña rusa que nos tiene atrapados –ascensos paulatinos, bajones agobiantes, curvas inesperadas, sustos, gritos, pánico–. Ya siento vértigo y todavía faltan unos 100 días de campaña.

Sin embargo, la montaña rusa me luce preferible a la pesadilla que encarábamos antes de que el presidente Joe Biden retirara su candidatura. Kamala Harris, vicepresidenta, no me parecía necesariamente la persona que debía remplazar a Biden en la nómina; escribí que ella merecía ser considerada, pero no ser nombrada de a dedo. No obstante, ella logró muy rápidamente el apoyo de los lideres demócratas y de suficientes delegados a la Convención Demócrata como para asegurarse la nominación. Está claro que el partido deseaba cerrar filas rápidamente sin caer en una pugna interna por la nominación o en una convención caótica. Como vicepresidenta, a ella le tocaba; esa realidad prevaleció.

Y el hecho es que su candidatura está generando enorme entusiasmo. Las encuestas muestran contundentemente que los votantes estiman que Biden hizo lo correcto en retirarse y que Harris está ganando terreno frente al expresidente Donald Trump. Falta por verse si esta tendencia continua, así como habrá que ver si Harris muestra astucia y destreza al desarrollar su campaña. Es monumental la tarea que le han entregado literalmente de un día para otro.

Mientras tanto, Trump todavía lleva la delantera en las encuestas y los estados donde muestra fuerza todavía suman un triunfo para él en el Colegio Electoral. O sea que es muy posible que Harris gane el voto popular, pero pierda en el Colegio Electoral (como le pasó a Hillary Clinton), aunque haga una campaña estelar. También es muy posible que Estados Unidos todavía no este listo para una mujer en la Casa Blanca, menos aun una afroamericana.

Otra debilidad es que, como regla general, los vicepresidentes no tienen éxito cuando tratan de remplazar a un presidente saliente. Al Gore (vice de Bill Clinton) perdió en 2000. Hubert Humphrey (vice de Lyndon Johnson) perdió en 1968. Richard Nixon (vice de Dwight Eisenhower) perdió en 1960. Pero siempre hay excepciones a la regla; por ejemplo, H. W. Bush (vice de Ronald Reagan) ganó en 1988.

Por otro lado, Harris tiene elementos a su favor. Su edad, dinamismo y aire refrescante hacen que Trump se vea viejo, desgastado y lleno de odio. El mismo hecho de que Harris sea mujer y afroamericana pone de relieve la harta conocida trayectoria de Trump como misógino y racista, especialmente porque él no cesa de decir cosas ofensivas. Igualmente, el hecho de que ella haya sido fiscal y procuradora general de California pone de relieve que Trump es un criminal condenado, esperando ser sentenciado.

Noto algo adicional a favor de Kamala: arrepentimiento por parte de los que no hicieron suficiente por apoyar a Hillary. Creo que en 2016, un segmento importante del público estadounidense –incluyendo muchas mujeres—estaba a favor de Hillary, pero con poco entusiasmo; estos se quedaron cruzados de brazos en esa ronda, porque daban por hecho que ella ganaba de todos modos. La sorpresa fatídica que se llevaron ese año les ensenó una lección que tienen muy presente ahora. Aunque Kamala Harris no sea la candidata perfecta, hay que apoyarla con todo, porque la alternativa significa catástrofe.

En pocos días, Harris anunciará su candidato para vicepresidente. Me gusta Mark Kelly, senador de Arizona (exastronauta), pero hay otras posibilidades. Del vicepresidente de Trump, J.D. Vance, reconozco que es inteligente, pero no tengo nada bueno que decir.

La autora es periodista



LAS MÁS LEÍDAS