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Paridad e igualdad de género: ¿son lo mismo?

Paridad e igualdad de género: ¿son lo mismo?
AME7920. CIUDAD DE PANAMÁ (PANAMÁ), 08/03/2025.- Mujeres sostiene carteles durante una marcha en el marco del Día Internacional de la Mujer este sábado, en Ciudad de Panamá (Panamá). Miles de mujeres se tomaron este sábado las calles de las principales ciudades de Latinoamérica en conmemoración por el Día Internacional de la Mujer, así como para visibilizar la lucha por la igualdad de género y exigir la erradicación de la violencia machista. EFE/ Carlos Lemos

En los últimos años, América Latina ha sido pionera en aprobar leyes de paridad que buscan garantizar la representación política de las mujeres. Este avance, celebrado como un triunfo histórico, ha permitido que los parlamentos de la región alcancen en promedio un 35.8% de representación femenina, por encima de otras regiones. Sin embargo, la pregunta de fondo permanece: ¿paridad e igualdad de género son lo mismo?

La respuesta es clara: no significan lo mismo. La paridad es un mecanismo necesario para abrir la puerta a las mujeres en espacios históricamente vetados; la igualdad, en cambio, es un derecho sustantivo que exige transformar las condiciones estructurales que limitan su participación plena y efectiva.

La paridad como acceso, la igualdad como ejercicio

La paridad es un mecanismo de acceso: busca que hombres y mujeres estén representados en igual proporción en espacios de decisión. Su valor radica en abrir la puerta a una participación más equilibrada, sobre todo en parlamentos o gabinetes ministeriales, donde la presencia femenina ha sido marginal.

La igualdad, en cambio, no se limita a contar cuántas mujeres llegan, sino que garantiza que puedan ejercer sus funciones en condiciones reales de equidad. Implica eliminar barreras estructurales, redistribuir el trabajo de cuidados, garantizar financiamiento electoral y combatir la violencia política de género.

Ejemplos en América Latina

En Bolivia, tras la reforma electoral de 2010, las mujeres alcanzaron el 53% de la Cámara de Diputados y el 47% del Senado. Sin embargo, un informe de la Asociación de Concejalas y Alcaldesas de Bolivia (Acobol) reveló que 8 de cada 10 mujeres electas han enfrentado algún tipo de acoso o violencia política.

En México, la reforma constitucional de 2019 estableció la “paridad en todo”, con lo cual el Congreso alcanzó un 50% de diputadas y un 49% de senadoras en la legislatura 2021–2024. No obstante, en ministerios estratégicos como Hacienda o Defensa, menos del 10% de los titulares han sido mujeres, lo que evidencia la persistencia de techos de cristal en las carteras de mayor poder.

Costa Rica, en contraste, ha complementado la paridad política con políticas estructurales. El Sistema Nacional de Cuidados (2014) ha beneficiado a más de 65 mil personas dependientes y ha permitido que unas 15 mil mujeres se incorporen al mercado laboral y a la política, mostrando cómo la igualdad sustantiva requiere medidas que reduzcan las brechas más allá de la representación numérica.

Entre avances y debates

Hoy, 18 países de la región cuentan con normas de paridad o cuotas, y seis mujeres han ocupado la presidencia en los últimos 40 años. Sin embargo, la representación femenina en alcaldías apenas llega al 15.2% y en gabinetes ministeriales rara vez supera el 30%, salvo excepciones como Colombia o Nicaragua.

Un debate reciente surgió en Ecuador, donde la reforma al Código de la Democracia eliminó la obligatoriedad de binomios presidenciales paritarios. Más que un retroceso, esta medida abre la discusión sobre la legitimidad de la igualdad cuando se impone únicamente por mandato legal. La obligatoriedad garantizaba representación numérica, pero no necesariamente acceso legítimo ni ejercicio real del poder. Ante ello, la pregunta es: ¿qué mecanismos existen para evitar un retroceso y garantizar que la participación femenina se sostenga en condiciones de igualdad de oportunidades?

Paridad no es el fin, sino el medio

La lección es clara: la paridad es un camino hacia la igualdad, pero nunca un sustituto. Garantizar que la mitad de las listas estén encabezadas por mujeres o que los parlamentos sean más equilibrados es un avance indispensable. Sin embargo, si estas mujeres siguen siendo objeto de violencia política, carecen de financiamiento equitativo en campañas o son excluidas de los ministerios más estratégicos, la igualdad seguirá siendo una promesa incumplida.

La igualdad sustantiva exige transformar estructuras patriarcales, redistribuir el trabajo de cuidados, democratizar los partidos políticos, eliminar sesgos culturales que cuestionan el liderazgo femenino y diseñar políticas públicas que garanticen el ejercicio pleno de los derechos.

América Latina ha demostrado que las normas de paridad pueden acelerar los cambios. Pero estos avances solo se consolidan con transformaciones estructurales: sistemas de cuidado en Costa Rica, inclusión de mujeres indígenas en Bolivia o la lucha contra la violencia política en México son ejemplos de cómo la paridad deja de ser cifra para convertirse en un verdadero instrumento de justicia.

Conclusiones: del número al poder real

América Latina no necesita solo más mujeres en las fotos oficiales, sino mujeres con voz, agenda y poder real. La paridad es un logro necesario, pero incompleto si no se traduce en igualdad sustantiva. No basta con garantizar sillas ocupadas: se requiere que esas mujeres tengan condiciones para decidir, transformar políticas públicas y desafiar estructuras patriarcales que aún dominan los espacios de poder.

La verdadera democracia no se mide únicamente en cifras, sino en la capacidad de garantizar derechos efectivos. La tarea pendiente en la región es asegurar que la presencia de mujeres en la política deje de ser una cuota y se convierta en un motor de transformación. La paridad es un medio; el fin último es la igualdad sustantiva, la que transforma vidas, redistribuye el poder y redefine la democracia desde una perspectiva de derechos.

La autora es internacionalista y especialista en derechos humanos y gobernanza.


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