Los partidos políticos —según la Constitución Política de la República de Panamá— expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumentos fundamentales para la participación política.
La historia política moderna es también la historia del unipartidismo, del bipartidismo y del pluripartidismo; de partidos ideológicos o doctrinarios y de partidos clientelares; de partidos de oposición y de partidos de gobierno.
La República de Panamá, fundada por la burguesía comercial transitista de corte liberal, heredó de la República de Colombia —a la cual estuvo sometida durante 82 años— los partidos caudillistas tradicionales: Liberal y Conservador. Ese bipartidismo pronto estalló en añicos por el caciquismo y la entronización de fracciones políticas paternalistas de carácter oligárquico.
Grupos políticos alternativos o partidos doctrinarios se constituyeron en las décadas de 1930 y 1940. Entre ellos destacan la agrupación política Acción Comunal y el Partido Socialista. Se dice que en 1923 fue fundado el Partido Comunista.
Sin embargo, en ese mismo período crecieron como hongos fracciones gamonlistas que aparecían y desaparecían antes y después de cada cuatrienio electoral. Esas mismas fueron eliminadas el 11 de octubre de 1968 por el golpe militar. Como decía el trovador cubano Carlos Puebla: “Llegó el comandante y mandó a parar.”
No fue sino con el advenimiento del llamado veranillo democrático que las corrientes liberal-burguesas reorganizaron los partidos políticos para disputarle el poder al partido del proceso revolucionario —el PRD, ya en descomposición— durante los quinquenios de 1984 y 1989.
Luego de la cruenta e injustificable invasión militar de Estados Unidos el 20 de diciembre de 1989, días después fue juramentado en la base militar de Clayton el triunvirato Endara–Arias–Ford, el cual organizó las elecciones de 1994 con la participación exclusiva de partidos políticos oligárquicos, incluyendo al PRD, que había renunciado en la práctica a su ideología socialdemócrata para abrazar el neoliberalismo y el clientelismo político.
Desde esa fecha hasta el presente se han sucedido siete gobiernos de la plutocracia corrupta y clientelar. De todo el entramado de entelequias políticas de los últimos 35 años, es menester señalar a tres de estos colectivos como los principales responsables de las iniquidades y penurias que hoy padecen las grandes mayorías nacionales: los que han detentado el poder político del Estado.
El otrora partido de Omar, hoy entelequia política PRD, ha gobernado la República durante tres quinquenios: 1994–1999, 2004–2009 y 2019–2024.
El antiguo partido populista de derecha del sáhila del arco iris, ahora entelequia política denominada Partido Panameñista, dirigió la nación en los períodos 1999–2004 y 2014–2019.
Y la versión más acabada de las entelequias políticas corruptas y clientelares —los partidos personalistas Cambio Democrático (CD) y Realizando Metas (RM)— llevaron al poder al convicto expresidente Ricardo Martinelli Berrocal (2009–2014) y al actual mandatario del gobierno 100% empresarial, el “dictador” José Raúl Mulino Quintero (2024–2029).
Las improntas políticas negativas, que riñen con el derecho del pueblo a una mejor calidad de vida, son múltiples: el clientelismo político, la corrupción pública, la ausencia de institucionalidad democrática, el incremento galopante de la pobreza y el desempleo, el deterioro de los servicios públicos básicos —agua potable, energía eléctrica, recolección y disposición de la basura, salud y educación—, y el aumento desorbitante de la deuda pública, que alcanzará los 58,000 millones de dólares en 2025, equivalente al 60% del PIB. Solo en intereses se pagan más de 3,000 millones de dólares anuales.
A ello se suma la vulneración de las libertades fundamentales y la humillante entrega de la soberanía nacional a los designios del gobierno imperialista de ultraderecha de Donald Trump.
¡Así de sencilla es la cosa!
El autor es abogado y analista político.

