Pensar rápido, pensar despacio



Hace unos días finalicé la famosa obra de Daniel Kahneman Pensar rápido, pensar despacio. Debido a la limitación en mi tiempo libre, decidí escucharlo como audiolibro, durante el tiempo que me toma conducir hacia y desde mi trabajo. Pero este libro es tan rico, interesante y contiene tanta información útil, que opté por comprarlo en su versión física para disfrutarlo, releerlo y analizar con detenimiento los experimentos, gráficas y apéndices que contiene.

En él, Kahneman postula que, en la toma de decisiones, nuestra mente está organizada y funciona con dos sistemas complementarios. El primero, al que él llama el Sistema 1, opera automáticamente, de forma rápida e involuntaria. El segundo, el Sistema 2, requiere de atención y se encarga de realizar computaciones más complejas y es por ende más lento y esforzado. Por ejemplo, si te pido que completes la frase " desayuné pan con …” muchos rápidamente y casi sin poder evitarlo dirán en su mente “mantequilla”. Esta es una de esas repuestas ofrecidas por el Sistema 1, que vienen a la memoria en forma inmediata e intuitiva.

Por otro lado, si te pido que realices la operación aritmética 17 x 24, muy probablemente tendrás que recurrir al Sistema 2, quizá utilizar papel y lápiz y evocar los pasos aprendidos en la escuela hace años para realizar este tipo de multiplicación.

La mayoría de las decisiones y acciones en el día a día son realizadas por el Sistema 1 y por lo general son correctas. Sin embargo, el Sistema 1 puede equivocarse y emitir juicios o ejecutar acciones que son erróneas. Porque el sistema intuitivo utiliza sólo lo que puede evocar fácilmente y porque a veces las emociones o prejuicios alteran su accionar.

Tomen por ejemplo la pregunta al final de esta breve historia: Mario, quien vive en la ciudad de Panamá, es una persona callada, introvertida, dispuesta siempre a ayudar, muy ordenada y detallista. ¿Cuál crees tú que es la profesión más probable de Mario, chofer de taxi o bibliotecario? Muchas personas responden bibliotecario, porque las características de la personalidad de Mario evocan rápidamente lo que uno piensa debe tener un bibliotecario, una conclusión típica del Sistema 1.

Pero un simple ejercicio estadístico, a cargo del Sistema 2, debe informarnos que, en Panamá, aun un personaje como Mario tiene más probabilidades de ser taxista que bibliotecario, pues hay muchos más taxis que bibliotecas.

Así pues, Kahneman expone en su libro múltiples experimentos y ejemplos de decisiones erróneas, que tienen su génesis en sesgos cognitivos por la influencia del Sistema 1, que muchas veces incluso puede afectar hasta el mejor esfuerzo del Sistema 2.

Uno de los sesgos que menciona el libro es el sesgo de anclaje. Digamos que yo le pido a dos grupos de personas que estimen la edad de Einstein al morir. Al primer grupo les pregunto qué tan cerca estaba el famoso científico de los cien años y al otro grupo, qué tan cerca estaba de los 50 años cuando murió.

Este tipo de preguntas y otras similares se han realizado experimentalmente y, en todos los casos, la edad promedio estimada por el primer grupo sale significativamente mayor que la estimada por el segundo grupo. Es como si los números, 100 o 50, que se menciona en la pregunta, sirvieran de ancla para la mente, modificando la estimación de la respuesta.

Esto puede parecer un ejercicio intelectual inofensivo, pero sólo piensen en los comerciales y ofertas que contienen frases como: “este producto no cuesta 100 balboas, no cuesta 50 balboas... Lléveselo por la módica suma de sólo 20 balboas”. Y uno de crédulo se queda anclado en el costo inicial de 100 y considera que pagar $20 es simplemente una ganga.

El libro explica fenómenos tan importantes y de enorme valor como la regresión al promedio, la falacia del planificador, la ilusión de validez y la ilusión de entendimiento y contrasta cómo la intuición de expertos en una materia puede ser inferior al uso de fórmulas y cálculos concretos.

Un ejemplo clásico de este último tema ha salvado cientos de miles de niños. Antes de 1953, los obstetras y las parteras utilizaban su juicio clínico e intuición para determinar si un bebé recién nacido requería atención especial. Algunos se enfocaban en un aspecto como la respiración, otros en el llanto, otros en la frecuencia cardíaca, pero no siempre se podía predecir con precisión qué niños tendrían complicaciones.

Ese año, la doctora Virginia Apgar desarrolló una fórmula o algoritmo simple para estimar la condición del niño utilizando cinco variables: la frecuencia cardíaca, la respiración, los reflejos, el tono muscular y la coloración de la piel relacionada al estado de oxigenación.

Esta escala se utiliza aun actualmente y es un excelente predictor de las complicaciones iniciales de los recién nacidos y sin duda es mucho mejor que la intuición o el parecer de los expertos. En muchas ramas de la ciencia se emplean escalas y fórmulas para pronosticar eventos con mayor precisión y superar los sesgos que la opinión de expertos y la intuición pueden producir.

En fin, Pensar rápido, pensar despacio es una obra maestra de psicología social, en la que el autor, premio nobel de economía 2002, Daniel Kahneman, ha destilado más de 50 años de investigaciones, en una forma amena y sencilla y es uno de esos libros que bien estudiado, puede realmente ayudarnos a pensar mejor, decidir mejor y comprender en profundidad el funcionamiento de nuestra mente.

El autor es médico, especialista en enfermedades infecciosas


LAS MÁS LEÍDAS