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Puente biológico único

Puente biológico único
Vistas del Biomuseo, ubicado en la Calzada de Amador. LP Isaac Ortega

Panamá es mucho más que el canal que une los océanos. Con solo 75,500 km², nuestra amada angostura —de mil kilómetros de longitud— concentra una de las densidades biológicas más altas del planeta. Es un puente de vida cuya inmensidad biológica rivaliza con la de naciones de gran extensión.

Nuestra riqueza es la huella indeleble del cierre final del istmo hace tres millones de años. Al unir los territorios del Norte y del Sur surgió el Gran Intercambio Biótico Americano (GABI) y se selló —sin cemento ni arena— el canal marino existente (de 50 a 80 kilómetros), modificando incluso el clima global. (Biótico: referido a seres vivientes).

Mientras Brasil y Colombia lideran la biodiversidad continental por la vasta extensión de sus territorios, Panamá y su vecina Costa Rica aventajan por concentración. El istmo es un embudo donde la vida de dos continentes se fusionó.

Migración cruzada. El registro fósil confirma la magnitud de este intercambio.

Desde el sur hacia el norte viajaron los ancestros de perezosos gigantes (Megatherium), armadillos y zarigüeyas, especies que se dispersaron desde Sudamérica.

Desde el norte hacia el sur avanzaron los gomfoterios —parientes ancestrales de los elefantes—, los tigres de dientes de sable y los ancestros de tapires y camélidos (llama, alpaca, guanaco y vicuña).

Nuestro puente es único en el mundo. Muchos compatriotas, incluso poderosos, no lo saben ni lo entienden. A diferencia del estrecho de Bering (Asia–Norteamérica), que fue temporal y frío, nuestro istmo es permanente y ha permitido una explosión de diversificación biológica.

La inmensidad se manifiesta en la alta concentración vegetal y animal.

Aves: más de 970 especies —entre ellas la majestuosa águila harpía (Harpia harpyja), el quetzal resplandeciente y el tucán pico iris—, casi el doble que Estados Unidos y Canadá juntos.

Flora: más de 1,400 especies de orquídeas, incluida la icónica Flor del Espíritu Santo; y árboles singulares como el cuipo (Cavanillesia platanifolia), con su depósito de agua en el tronco para sobrevivir la estación seca.

Anfibios: un centro mundial de diversidad. La rana dorada (Atelopus zeteki) y otras especies endémicas están en peligro crítico de extinción.

El Biomuseo, en la Calzada de Amador y obra del genio Gehry, celebra este puente biológico de Panamá, palabra de la antigua lengua cueva que significa abundancia de peces y mariposas.

Nuestro canal es una maravilla de ingeniería y de valor económico global, cuya construcción, sin embargo, sacrificó valiosa flora y fauna. La concentración de vida del puente biológico tiene un valor natural extraordinario para la humanidad y es extremadamente frágil ante nuestra cimentada incultura depredadora.

La fragmentación del hábitat amenaza con interrumpir el flujo genético que por millones de años ha sostenido la diversidad de las Américas. El valor evolutivo del istmo se mide en millones de años de historia biológica.

La conservación de este corredor debe ser una prioridad global que honre su portentoso origen. Si el canal es una arteria económica, la biodiversidad es el sistema vital que puso a Panamá en el mapa geológico mundial.

El autor es periodista, filólogo y docente.


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