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Resiliencia ciudadana y el alma panameña

En los últimos 36 años, tras la invasión militar estadounidense a Panamá, la conciencia nacional ha sido sacudida negativamente por la persistencia de un sistema político —una plutocracia corrupta y clientelar— cuyas vertientes principales son la exclusión política, económica y social, así como una política de sumisión a intereses extranjeros.

Pienso que nuestra capacidad de resiliencia fue puesta a prueba con la invasión y con la pandemia del coronavirus; sin embargo, la reinstalación en el poder de la oligarquía antipopular y antinacional ha impedido la recuperación, o ha provocado que esta sea más lenta y dolorosa.

Adicionalmente, al reto de la resiliencia se suma el fenómeno ideológico de la desnacionalización y la negación de que constituimos y construimos un Estado nacional soberano e independiente, que vuelve a enfrentarse a problemas similares a los vividos por nuestro pueblo en los años posteriores a la independencia y creación de la República: una burguesía que hegemoniza el poder y una “clase política” corrupta y clientelar que rehúsa encabezar la lucha por la defensa de los intereses nacionales y ciudadanos.

El pueblo panameño enfrenta, pues, retos inconmensurables, entre los que destaco los siguientes:

  1. La lucha por la vida, que implica una batalla frontal contra la corrupción que campea y sustrae recursos que deberían destinarse a mejorar la calidad de vida de todos, mediante mejores servicios públicos.

  2. La necesidad de resistir el ataque imperialista estadounidense, expresado en la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América, y el espíritu claudicante de las autoridades nacionales —como la concertación del Memorando de Entendimiento Ábrego–Hegseth y la Declaración Conjunta Hegseth–Vásquez, suscritos en abril de 2025—.

  3. El afán de fuerzas siniestras por arrancarle el “alma nacional” a los istmeños.

Este último fenómeno es, a mi juicio, de carácter cultural. En efecto, en las últimas décadas se ha intentado imponer a la nación panameña, de forma oficial y oficiosa, la narrativa colombiana según la cual los panameños, el 3 de noviembre de 1903, no realizamos un proceso de constitución de una República soberana e independiente, sino un acto de “separación” —concebido como hurto o desmembramiento de una provincia colombiana— urdido por intereses estadounidenses para la construcción del Canal de Panamá.

Si bien es cierto que uno de los factores que influyeron en la independencia de Panamá de Colombia fue el expansionismo imperial estadounidense, lo que dio lugar a una independencia mediatizada, ello no constituye óbice para caer en la “trampa” colombiana de reducir ese proceso a una simple —y por tanto reversible— “separación”.

Esta tesis colombiana encuentra su expresión ideológica en la obra del escritor colombiano Eduardo Lemaitre, Panamá y su separación de Colombia, narrativa que, lamentablemente, ha sido replicada en Panamá por seudohistoriadores, por políticos ignorantes y por influencers adocenados.

Así de sencilla es la cosa.

El autor es abogado y analista político.


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