En 1821, La Villa de Los Santos era un pequeño poblado en las riberas del río La Villa. Hasta allí llegaron los aires independentistas venidos del sur, generados por los triunfos de Simón Bolívar y que sirvieron para estimular también en los criollos de aquella época el deseo de terminar con el régimen de opresión impuesto por los españoles en toda América desde los tiempos iniciales de la conquista.
En el escenario de esta efervescencia revolucionaria pueblerina de La Villa de Los Santos surgió la leyenda de Rufina Alfaro como la mítica heroína santeña que encabezó el movimiento libertario que se concretó el 10 de noviembre de ese mismo año como el primer grito de independencia de Panamá de España.
Así pues, el histórico grito de La Villa de Los Santos está a la par de los gritos de Dolores en México, el de Ipiranga en Brasil o el de Yara en Cuba. Sin embargo, poco o nada han registrado los historiadores panameños en los libros sobre la vida de Rufina Alfaro. Algunos sostienen que la Iglesia, en tiempos postreros de la colonia, dio la orden de eliminar la existencia de todo escrito que se hubiese hecho sobre ella por considerar que había traicionado a la corona española. Lo cierto es que su nombre ni siquiera aparece inscrito en los libros parroquiales. De ser cierta esta hipótesis, habría que pensar que la Inquisición se extendió tardíamente también a estos confines.
Curiosamente, los próceres tampoco mencionan el nombre de Rufina Alfaro en el Acta de Independencia de 1821, probablemente —y esta sería una segunda hipótesis— por pertenecer a las clases populares y no ser parte de la incipiente burguesía criolla que reemplazaría, a renglón seguido, a la colonia.
De igual modo, su nombre no aparece registrado en los archivos históricos de Colombia ni en los de Indias en España. De manera que solo se tiene conocimiento de la existencia de Rufina Alfaro por la tradición oral del pueblo de Azuero, que por dicha es consistente en afirmar sus orígenes y el valioso legado a la panameñidad de esta insigne mujer.
Se dice que era una muchacha campesina guapísima de apenas 22 años: trigueña, alta, delgada, de ojos negros y cabellera del mismo color, larga y sedosa. Era oriunda de la comunidad de Las Peñas de Llano Largo, poblado cercano a La Villa. Allí vivía con sus padres. Se dedicaba a la venta de tortillas de maíz y a la crianza de gallinas de patio. Ordinariamente vestía de basquiña y sabía leer y escribir. Por su hermosura y donaire llamaba la atención de los soldados españoles, quienes, encantados con sus atributos físicos, la dejaban entrar al cuartel a vender sus frituras. De esta forma, su presencia se fue haciendo familiar entre los soldados.
Sin embargo, pese a su constante relación con los españoles, Rufina fue siempre fiel simpatizante de las ideas revolucionarias de emancipación que se gestaban a trastiendas entre los lugareños. Aprovechó esta relación de confianza para obtener información que luego suministraba al grupo conspirador de patriotas santeños, quienes esperaban el momento oportuno para desencadenar la acción independentista que finalmente se dio el lunes 10 de noviembre de 1821.
Ese día, como de costumbre y sin despertar sospechas, Rufina entró al cuartel y aprovechó un momento de distracción de los españoles que custodiaban el fortín para echarle agua a la pólvora de los cañones. Otra versión señala que emborrachó a los soldados y luego obtuvo las llaves del calabozo, liberando a todos los presos que lograron también, en esa histórica fecha, deshacerse del dominio español. Al mismo tiempo, don Segundo Villarreal, al mando de un batallón de voluntarios armados con escopetas, machetes y palos, se tomó el cuartel logrando apresar a toda la tropa española. Se dice que luego de la victoria, Rufina Alfaro corrió por el pueblo gritando: “¡Libertad, libertad!”.
Su estatua conmemorativa en el Parque de La Villa de Los Santos fue obra del escultor panameño José Guillermo Mora Noli (1923-1981) y fue inaugurada en 1949. En el campo de las letras, el escritor Rogelio Guerra Ávila ganó el Miró del año 2022 con su novela La miscelánea, en la cual plantea una propuesta literaria acerca de cómo pudo ser la vida de este insigne personaje de nuestra historia vernácula, cuyo legado —en la celebración de independencia de España el próximo 28 de noviembre— exhorto a que valoremos más allá del sonido de los tambores, el jolgorio y los fuegos de artificio.
El autor es escritor y pintor.

