Esos malditos de Foco. Pero se les va a acabar la vaina. Necesito hablar con Chichi ahora mismo… ¿Dónde está?, pregunta airado il capo vigliacco. Camastro se le acerca al oído y le dice: Fratello, recuerde que ya no está con nosotros. Está lejísimo… Está por allá, por los milanos. Il capo vigliacco voltea y, con la mirada perdida y vidriosa, recuerda… Es verdad, fratello, pero tú estás aquí, tú sí que no me abandonas.
Inexplicablemente, Camastro se sintió desodorante. Mi fratello, es cierto. Esos malditos de Foco se pasaron. Hay que hacer algo. Por eso llamé al dream team. Están en la sala de situaciones. Vamos, tenemos mucho que discutir, respondió il capo.
Tras saludos de besos, las abogadas se sentaron alrededor de una mesa. Il capo pulsó un botón y del techo bajó el “cono del silencio”. Il capo les explicó que el Gobierno escucha todo lo que ellos hablan, así que instaló este cono, idea que sacó de la serie de Mel Brooks, el Súper Agente 86. Yo sé de qué les hablo, les dijo.
– Bien, estamos reunidos aquí…eh, eh, eh. Il capo quedó en blanco… y el silencio se apoderó de la atención de todos. Il capo miró a Camastro. Fratello, ¿para qué es que estamos aquí? Camastro entonces se dirige al equipo. Estamos aquí para sacarle… para acabar con esos malparidos de Foco. Sí, ¡¡¡ya basta!!! ¡Quiero acabar con esos maldit...!, gritó il capo, poniéndose de pie, sin acordarse que el cono del silencio está sobre él. Il capo sufrió un golpe en la cabeza que lo dejó fuera de servicio unos minutos. Asustado, Camastro llamó una ambulancia… Pero bueno, pensó Camastro, este golpe sí fue de verdad… Tengo una idea...Voy a tomarle una foto al fratello.
Las abogadas, sin esperar más, pusieron manos a la obra. Una de ella advirtió: Ya oyeron a DiCi (DC): ¡Hay que acabar con esos malditos! ¿Qué proponen? Voy a llamar a unos sicarios amigos míos… ¡Un momento, interrumpió, Camastro! Tiene que ser en los tribunales, porque vamos a darle publicidad en nuestros medios. Tenemos que mandar un mensaje. La abogada le reclamó a Camastro: Bueno, ¿pero no que quieren acabar con esos malditos? Sí, pero así no, respondió Camastro, que interrumpió la respiración boca a boca que le daba a su fratello.
Secuestremos todos sus bienes, sugirió otra abogada. Bien, dijo Camastro. No quiero oír más de esos malditos. El dream team salió corriendo a preparar el secuestro. Al día siguiente, il capo vigliacco convocó al equipo para conocer los resultados. El cono del silencio estaba averiado, así que el Gobierno oiría todo. Il capo exigió discreción.
– Malas noticias, jefe. Solo pudimos llevarnos unos cuadros, un sofá y las camitas de unas niñas. Nada dio resultado, resumió una de las abogadas. Il capo miró a Camastro y luego a ellas. ¡Son unas inútiles!, les gritó. Les he dado de todo… dinero, viajes, fiestas, carteras y ropa Carolina Herrera… ¿Y me pagan así?
– Jefe, yo dije que usáramos a mis amigos, pero Camastro no quiso. Ellos ya habrían resuelto el problema. Además, nosotras no trabajamos lo civil, somos de lo penal, se justificó.
¿Penal? Ustedes lo que dan es pena, me han dejado otra vez en ridículo, dijo lloroso il capo.
Camastro entonces le enseñó la foto del celular que le había tomado tras golpearse con el cono del silencio. Mire, conseguí un certificado médico por el golpe con el cono del silencio. Ya no tenemos que ir a ningún juicio. Il capo se puso de pie y lo abrazó. Tú nunca me abandonas. Y Camastro otra vez se sintió desodorante.
