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Sábado picante

Los partidos políticos se están quedando sin carta de presentación para acreditarse como legítimos representantes de un pueblo que ya los repudia, no solo por la manifiesta incompetencia de sus líderes, sino por su insaciable codicia. En este caso, quiero referirme al PRD, que presume de su creciente número de miembros, que no podría retenerlos a todos si pierde las elecciones, porque lo único que puede ofrecer –y a veces cumplir– es empleo… y en el Gobierno, porque, no muy en el fondo, este partido –como otros– es una agencia de empleos.

Por tanto, es un estúpido engaño creer que la lealtad de sus bases es a sus líderes, pues estos les enseñaron que, si no hay retribución –como un trabajo o becas o comida– no les darán el voto. Así pues, las elecciones ahora son un acto mercantilista: compraventa de votos. Y el ladrón con más dinero tiene más posibilidades de llegar a un cargo o de reelegirse para seguir robando.

Para sostener el sistema mercantilista del voto es necesario que nuestra juventud sea básicamente ignorante. Así habrá más dependencia, paternalismo gubernamental, botellas y subsidios. Sin oportunidades en la empresa privada, la alternativa es un padrino político, vender el voto o robar los recursos del Estado. Es así que los últimos millonarios han salido, precisamente, del Gobierno o haciendo negocios con este.

En cambio, los mejores profesionales no tienen cabida en el Gobierno. Su brillo evidenciaría a muchos altos funcionarios, que deberían recolectar la basura en su circuito o distrito, como el alcalde de San Miguelito, quien es el obrero mejor pagado del país, pues él, unilateralmente, limitó sus deberes a cortar hierba. No digo que esta tarea sea indigna o innecesaria, todo lo contrario. Lo que digo es que le pagamos para ser alcalde –y arreglar los problemas de su distrito–, no para ser jefe de cuadrilla. Pero él no sabe por dónde empezar. Y él no es el único que brilla por su manifiesta ineptitud.

¿Qué pueden ofrecer los precandidatos presidenciales del PRD, si su gobierno es una estafa? La mayoría eligió a uno y gobernó otro y por eso el fracaso de Nito Cortizo no es solo atribuible a él. De ello también hay que pedirle cuentas a su vicepresidente quien, a hurtadillas o a plena luz, gobernó junto con sus “chiquiministros” buenos para nada. Y ahora, como colofón de su infinita idiotez, busca gobernar, pero sin ser el segundo.

Cuando veo las imágenes de Gaby Carrizo gritándole al otro bandolero, prometiendo que dirá lo que sabe de él; que su casa favorita es de quincha, cuando él se hizo una mansión donde el único barro que hay es aquel que pisan sus caballos; cuando habla de la compra de ventiladores y que el gobierno ha rendido cuentas, me pregunto, ¿quién puede creerle? Es –por lejos– el más cínico de los precandidatos. Y eso se nota.

Quizá, por su indisimulable cinismo, Cortizo le encomendó tareas, a fin de que acumulara popularidad para este momento, pero también fracasó, porque el “taburete” resultó grande tanto para el primero como para el segundo. Pero espero que el segundo gane las primarias. Aunque su arrogancia nos ha permitido ver su miseria humana e intelectual, quizá aprenda algo de la derrota, aunque lo dudo.


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