Recientemente se celebró en Tianjin, China, un encuentro entre el primer ministro indio, Narendra Modi, el presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping, previo a la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). The New York Times lo describió como “una sonriente troika que Moscú espera revivir”.
Por un lado, India, castigada con un 50% en tarifas por la administración Trump, buscó enviar un mensaje a Washington de que cuenta con opciones estratégicas no solo en Beijing, sino también en Moscú. Para Putin, aislado desde su ataque a Ucrania, se trató de buscar nuevos aliados. Pero el principal beneficiado fue Xi, quien exhibió el poder “blando” de China al declarar: “Las reglas de unos pocos países no deben imponerse sobre otros”. La Declaración de Tianjin incluyó 24 documentos que fortalecen la cooperación en seguridad, economía y lo que describen como “humanidad”. En total, participaron 20 líderes de diversos países.
Varios historiadores señalan que así como el siglo XIX perteneció a Gran Bretaña, y el XX a Estados Unidos —sobre todo en la posguerra—, el XXI será del dragón chino. The Economist sostiene que ese “siglo chino” ya es una realidad. Desde 2014, organismos internacionales reportan que la economía china ha superado a la estadounidense. La meta del Partido Comunista Chino es convertir al país en la primera potencia mundial, primero rivalizando y luego superando a Estados Unidos.
Los hechos refuerzan esta visión: la creación de la SCO como alternativa militar a la OTAN; el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Nuevo Banco de Desarrollo como contrapeso al Banco Mundial y al FMI; y la iniciativa de la Franja y la Ruta —de la cual Panamá ya se retiró— para canalizar billones de dólares en inversiones hacia países en vías de desarrollo. También destaca la Asociación Económica Integral Regional, un acuerdo de libre comercio asiático que compite con el TPP, dominado por Estados Unidos.
El politólogo Graham T. Allison formuló la llamada trampa de Tucídides: cuando una potencia en ascenso desafía a otra dominante, el resultado suele ser la guerra. Estudió 16 casos históricos, de los cuales 13 terminaron en conflicto militar.
Por su parte, Robert Pape sostiene que desde la administración Bush la hegemonía norteamericana está en declive. En contraste, Michael Beckley, de la Harvard Kennedy School, en China’s Century? Why America’s Edge Will Endure, argumenta que mientras Estados Unidos mantenga un enfoque globalista de libre comercio conservará una ventaja competitiva. Según él, un verdadero declive se notaría si adoptara políticas neomercantilistas y buscara desentenderse de sus compromisos en Asia y Europa. Pero, ¿no es eso lo que está ocurriendo bajo el segundo mandato de Trump?
Por su ubicación estratégica, todo esto representa un desafío para Panamá. Creo que debemos mantenernos vinculados a la nación norteamericana, con la que compartimos lazos históricos, ideológicos, económicos y culturales. Sin embargo, debemos estar vigilantes frente a la realidad del ascenso chino.
El autor es internacionalista.

