La humanidad desde las distintas secuencias de la evolución del hombre se ha segmentado y progresado hasta transformarse en una aglomeración de sociedades diversas. Estas sociedades formadas se han encargado de formar fronteras imaginarias y reales a la vez en su contexto; es así, que la especie suprema por sí misma ha dividido el mundo por religiones, razas, culturas y odio irracional hacia nosotros mismos. Las luchas políticas, disputas religiosas y sociales, y la disociación en la que cada uno vivimos son el primer escalón hacia la ruptura de la humanidad.
La sociedad fragmentada como concepto se refiere a la situación en que la sociedad se divide en minorías no solo alejadas del poder, sino de la capacidad de constituirse en mayoría con aspiraciones a lograr una hegemonía política como tal. Pero lo interesante es que es ese mismo grupo minoritario el que se separa del mayoritario, esto según estudiosos de la sociología y antropología se debe a una estrategia de poder denominada fragmentación de la sociedad.
Esta fragmentación como estrategia busca crear grupos sociales menores para poder ejercer un control social horizontal y que involucra a esos mismos grupos fragmentados en un rol de víctima – victimario, que es también dual y cambiante. De este modo, se evita la construcción de mayorías hegemónicas y se condiciona de un modo estructural a la democracia.
Entonces, una sociedad fragmentada es contraria a la cohesión social. Y esta cohesión social es la principal estrategia contra la fragmentación, realmente interesante. Interesante, pero poco observado desde una óptica o perspectiva ciudadana; por ello mi interés en este artículo, para generar conciencia colectiva al respecto.
Una sociedad en la que existen muchos grupos sociales organizados que establecen entre sí alianzas fundadas en su capacidad de negociación y pacto, que aspiran a construir formas de hegemonía política a través del ejercicio cotidiano del poder y que tienen, incluso, capacidad para generar estrategias de autodefensa, es una sociedad que podrá tener o no una democracia social y participativa, pero que se encuentra en condiciones de tenerla.
Una sociedad, por el contrario, en la que existen muchos grupos sociales organizados pero aislados entre sí, que han perdido la capacidad de establecer alianzas o pactos y, por lo tanto, se hallan en la imposibilidad absoluta de construir la hegemonía política; que no desarrollan formas de cooperación entre sí, sino que se embarcan en una guerra sorda, en la que mutuamente se agreden e intercambian sus papeles de víctimas a victimarios, donde no tienen posibilidades de construir estrategias efectivas de defensa y, por lo tanto, viven sometidos a formas de discriminación social, esa es una sociedad fragmentada que, como tal, o no vive en una democracia o se amolda perfectamente a las características políticas de las democracias restringidas, esto es, aquellas en las que la libertad democrática es más una declamación que una realidad, la tolerancia es una práctica reservada y el poder una vaga aspiración.
Ahora bien, bajemos estas concepciones a las comunidades, a los barrios y hagamos esta pregunta: ¿esta mi barrio fragmentado? ¡¿quién promovió esa fragmentación?¿en realidad nos interesamos por el bien común?.
En los entramados de la globalización en que vivimos no es fácil conciliar bien común, identidad social, ética compartida, solo por mencionar.
Cualquier análisis de la situación de las minorías políticas en América Latina debe enmarcarse en el fenómeno de la “sociedad fragmentada” (Binder, 1991). La cohesión social apostando contra la fragmentación social es la mejor alternativa, pero como lograrla es una gran interrogante.
Pues, el ejercicio de la ciudadanía responsable, el civismo que promueve el bien común, y el sentido de pertenencia son excelentes ejemplos de cohesión social no normativa; se basa principalmente en la percepción de los individuos en relación con vínculos sociales, confianza, valores compartidos y sentido de pertenencia desde el aspecto microsocial, como barrios, comunidades o localidades, con base en un contexto de sociedad moderna o compleja.
Hagamos el esfuerzo colectivo.
El autor es oficial del Servicio Nacional de Fronteras (Senafront Panamá), magister especialista en seguridad y derechos humanos.