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Una ley con alma y propósito

Una ley con alma y propósito
La iniciativa busca aprovechar los alimentos que se pierden. LA PRENSA/ Archivo.

El pasado 30 de octubre, la Asamblea Nacional aprobó en tercer debate el proyecto de ley No. 396, que establece el marco regulatorio para prevenir las pérdidas y el desperdicio de alimentos en Panamá. La iniciativa, presentada por el diputado Ariel Vallarino, busca promover la seguridad alimentaria, reducir el desperdicio en toda la cadena de producción y fomentar la economía circular.

El proyecto recibió apoyo unánime de 46 diputados y fue ampliamente consultado con distintos sectores, entre ellos el Banco de Alimentos, el Ministerio de Salud, la empresa privada y la Iglesia Católica, que aportó, desde su experiencia en ayuda social, una visión práctica y humana.

No se trata solo de una ley técnica o sanitaria, sino de una norma que nace del sentido moral de nuestra sociedad, y que reconoce que tirar comida mientras otros pasan hambre es una forma de injusticia social.

El Banco de Alimentos: la fe convertida en acción

El Banco de Alimentos de Panamá, fundado en 2014 por la Arquidiócesis de Panamá junto a un grupo de laicos comprometidos con su fe, ha sido pionero en esta causa. Inspirado en el llamado del Papa Francisco a cuidar tanto la creación como al hermano necesitado, ha logrado rescatar y redistribuir millones de kilos de alimentos en buen estado que antes terminaban en la basura.

Esta nueva ley amplía su campo de acción, garantizando que los productos vencidos, pero aún aptos, puedan ser consumidos de forma segura. En otras palabras, convierte la caridad en política pública.

El Banco de Alimentos es una expresión viva de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, que enseña que la fe no puede reducirse al templo: debe hacerse vida, justicia, pan compartido y esperanza en acción.

La Iglesia somos todos los católicos

A menudo se piensa que la Iglesia son solo los sacerdotes o las parroquias, pero la verdad es que la Iglesia somos todos los católicos.

Somos un cuerpo vivo formado por obispos, religiosas, empresarios, profesionales, estudiantes, voluntarios y familias que, desde cada vocación, contribuimos a la misión de Cristo en el mundo.

La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que cada católico tiene una responsabilidad con el bien común. No basta con creer: hay que transformar la fe en obras, iluminar la vida económica y social con el Evangelio, y comprender que la verdadera caridad también busca cambiar las estructuras que generan pobreza y exclusión.

Por eso, cuando un voluntario del Banco de Alimentos clasifica productos o cuando un miembro de la Orden de Malta reparte arroz fortificado, no actúan solos: actúa la Iglesia entera.

Solo en Panamá, la Orden de Malta distribuye más de un millón de platos de arroz fortificado al año, en alianza con el Programa Mundial de Alimentos, parroquias y comunidades rurales, combatiendo la desnutrición infantil y el hambre silenciosa.

Una red mundial de servicio y conocimiento

A través de diócesis, órdenes religiosas, parroquias, Cáritas, hospitales y escuelas, la Iglesia constituye la red caritativa más grande y antigua del mundo: más de 100,000 instituciones de salud y asistencia social, 220, 000 escuelas y universidades, y presencia en más de 160 países a través de Cáritas Internationalis.

Pero la Iglesia no solo ha alimentado cuerpos: también ha iluminado mentes. Desde sus monasterios y universidades surgieron los fundamentos de la ciencia moderna.

  • Gregor Mendel, monje agustino, descubrió las leyes de la genética.

  • Georges Lemaître, sacerdote belga, formuló la teoría del Big Bang.

  • Nicolás Steno, obispo y científico, fundó la geología moderna.

  • Roger Bacon, fraile franciscano, anticipó el método experimental.

  • Y varios Premios Nobel católicos, como Alexis Carrel, Carlo Rubbia y John Eccles, demostraron que la fe y la razón se complementan y fortalecen.

La Doctrina Social de la Iglesia enseña que la ciencia y la técnica deben estar al servicio del bien integral del ser humano. No hay contradicción entre razón y fe, sino armonía, cuando ambas buscan la verdad y el bien.

Fe, razón y solidaridad: la fórmula del progreso

La nueva Ley del Aprovechamiento de Alimentos es un ejemplo de colaboración entre el Estado, la Iglesia y la sociedad civil. Representa lo mejor del espíritu panameño: unir fuerzas para servir al prójimo.

En tiempos donde la indiferencia crece, esta ley nos recuerda que cada acto de amor, cada esfuerzo por compartir y cada vida que se alimenta son semillas del Reino de Dios.

Servir al hermano no es solo caridad: es justicia, humanidad y fe en acción.

Y en eso, la Iglesia —compuesta por todos nosotros— sigue siendo la red solidaria y de conocimiento más grande del mundo.

#TodosSomosUno

El autor es empresario y Caballero de la Orden de Malta.


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