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Una mirada ética a la inteligencia artificial



Es importante reflexionar sobre los riesgos de la inteligencia artificial (IA). Los grandes capitales de riesgo están invirtiendo miles de millones de dólares, y grandes empresas como Meta Platforms, Alphabet y OpenAI (vinculada a Microsoft) se están enfocando en la IA. De hecho, parece que todo gira en torno a ella. Por ejemplo, para Mira Murati, la IA sería lo más importante en la historia de la humanidad. Y no se trata del futuro; la IA ya está con nosotros como un elemento indispensable, de la misma forma en que nuestro teléfono inteligente es una extensión de nuestro cuerpo.

La IA no avanzará despacio, sino todo lo contrario. Se está desarrollando aceleradamente y todos querrán subirse a esa ola. Sin embargo, es crucial detenerse un momento y tener una mirada ética al respecto. De hecho, Adela Cortina, en un libro de próxima aparición, nos dirá que, si no lo hacemos, es decir, si no pensamos éticamente, caeremos en una mera ideología. Y no se trata de desechar la IA, como sucedió con la electricidad o el internet, sino de mirar las consecuencias, algunas ya conocidas y otras no tanto.

La ideología de la IA surge cuando se asume acríticamente, sin considerar los riesgos de sus usos. La Unión Europea ha avanzado considerablemente con un reglamento de regulación (Reglamento UE 20224/1689), mientras que grandes ejecutivos multimillonarios como Elon Musk y Mark Zuckerberg se oponen a las regulaciones, precisamente porque estas frenarían el acelerado despegue de la IA. También hay una competencia geopolítica, fundamentalmente entre China y Estados Unidos.

Por otro lado, es importante resaltar que habrá muchas inteligencias artificiales, no solo una. De hecho, las grandes empresas mencionadas están en una carrera por ver quién escalará el próximo peldaño.

Desde el punto de vista ético, hay dos elementos sustanciales para los humanos afectados por la eficiencia de la IA: la “autonomía” (Kant) y la “intimidad humana” (Conill). En este sentido, a mayor eficiencia de la IA, menor autonomía e intimidad. Puede que esa eficiencia sea “útil”, pero tiene sus riesgos. También es importante considerar que, al final, la IA es una mercancía más en lo que hoy se conoce como “capitalismo digital”.

No se trata de desechar la IA, sino de tener una mirada crítica sobre sus riesgos; esto vendría a ser una “ética de la inteligencia artificial”, como lo plantea Sara Degli-Esposti. En última instancia, el análisis crítico que tanto falta nos hace en nuestros medios apologistas de la IA se convierte en una cuestión estrictamente de ética aplicada.

El autor es doctor en filosofía


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