Por si no lo notaron, la noche del miércoles 18 de agosto de 2024, el centro de la ciudad de Panamá colapsó. No importa si usted tomó la Calle 50, la Avenida Balboa o el Corredor Sur, usted probablemente se encontró en medio de un tranque descomunal hasta las 9pm, sin ninguna explicación. ¡Si esto no es una señal de que debemos tomar medidas radicales como ciudad y como país, no sé cuál será!
Evidentemente el origen del problema está en el movimiento pendular del tráfico desde las periferias hacia los más importantes centros de trabajo (en Costa del Este, Parque Lefevre, San Francisco, Área Bancaria, Bella Vista y La Exposición) y del centro hacia las ciudades dormitorio en las periferias. Hasta aquí (tristemente), nada nuevo.
Más triste aún es recordar que las vías Ricardo J. Alfaro, Domingo Diaz, José Agustín Arango e Interamericana tienen ya décadas colapsadas en tráfico hasta altas horas de la noche y no ha habido, ni habrá, suficientes operativos de inversión de vías, ni suficientes carriles y puentes vehiculares nuevos que puedan resolver dicho problema.
Si a esto le sumamos el tranque infernal en el Casco Urbano de la Ciudad de Panamá nos damos cuenta de que lo que se hace imperativo es pasar de las supuestas soluciones basadas en el auto, a soluciones basadas en el transporte público masivo como el Metro y los Buses de Tránsito Rápido facilitando así la movilidad de las personas para que puedan llegar de forma rápida, segura y flexible de origen a destino no importa si se está en el centro o en la periferia. Pero, en Panamá la clase media trabaja sin descanso en la dirección diametralmente opuesta, defendiendo a capa y espada, el derecho universal a la deuda y los costos (visibles e invisibles) individuales y colectivos de tener un auto.
Es más, la manera como el gobierno central tradicionalmente ha concebido al Metro como una forma de transportar a la masa trabajadora que duerme en las periferias urbanas al Norte, Este y Oeste hacia el centro si bien hace sentido políticamente, urbanísticamente resulta sumamente problemático si consideramos que el transporte público masivo debería concebirse democráticamente en beneficio de todas las capas socioeconómicas sin distingo alguno. Este punto lo resumió muy bien el exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa al decir que “Una ciudad avanzada no es una en la que los pobres pueden moverse en carro, sino una en la que incluso los ricos utilizan el transporte público”.
Como urbanista y usuario del transporte público no puedo dejar pasar por alto que existe una pieza faltante que le cuesta cientos de dólares mensuales en taxi a los usuarios de las líneas 1 y 2 del metro, aquel tramo de tren hacia aquella estación más cercana que nos lleve a nuestros puestos de trabajo o de negocios en Obarrio, San Francisco, Parque Lefevre, Chanis y Costa del Este en cinco o quince minutos: La Línea 5 (Hospital Santo Tomás-El Crisol) del Metro de Panamá.
Por todo lo anteriormente explicado, la construcción de la Línea 5 por parte del Metro de Panamá en este quinquenio sería de mayor prioridad que la Línea 2a (San Miguelito-Miramar) la cual el Municipio de Panamá junto con Mi Bus pudiesen suplir mejor con un proyecto integral de aceras completas, ciclovías y carriles exclusivos de Bus de Tránsito Rápido en el medio del eje Ricardo J. Alfaro-Manuel Espinosa Batista-Federico Boyd.
¡Aprovechemos la tuneladora Panamá de la línea 3 para la línea 5! Con este arreglo el gobierno local y el gobierno central podrían trabajar juntos para ayudar a nuestra ciudad a salir del infierno vehicular y elevar la calidad de vida de todos los capitalinos lo cual redundará positivamente en su productividad y creatividad con ciudadanos más descansados, menos estresados, menos endeudados, más integrados socialmente y menos obesos.
Por esto y muchas cosas más Sr. presidente, la Línea 5 su mejor legado será.
El autor es subdirector de Planificación Urbana del Municipio de Panamá.