Cuando analizamos nuestra subsistencia en este mundo desde una perspectiva global, tecnológica, económica, ecológica, de equidad y de valores morales, no se vislumbra aún un bien común para la mayoría de los ciudadanos, sino solo para la minoría que detenta el poder en los ámbitos político, empresarial y en los organismos internacionales.
Agustín Laje, en su libro Globalismo, ingeniería social y control total en el siglo XXI (2024), sostiene que el globalismo es el proyecto de poder político más ambicioso jamás concebido. Este desborda todas las fronteras, tanto reales como imaginarias, traspasa la geografía y la cultura hasta convertirlas en algo irrelevante. Lo permite una visión de ingeniería social capaz de rediseñar costumbres, redefinir valores, censurar creencias, imponer nuevas y alterar el lenguaje en las relaciones sociales.
Los grandes avances tecnológicos suelen estar pensados inicialmente para las élites. Cuando finalmente llegan a nuestros países, su acceso resulta limitado por los altos costos y los complejos requisitos de implementación, tanto en zonas urbanas como rurales. Esto termina afectando al consumidor final. ¡Qué difícil es vivir en este mundo!
En la nueva economía, los países poderosos y los grandes empresarios manejan un lenguaje común en lo económico, financiero, político, ambiental y social. Sin embargo, los beneficios para los sectores marginados siguen sin materializarse. Aunque se habla de financiamiento y desarrollo social, los resultados son escasos, mientras las poblaciones empobrecidas deben asumir el pago de grandes deudas sin ver mejoras reales en su calidad de vida. ¡Qué cruel resulta este mundo para los pobres y para las clases medias, cuyos ingresos apenas alcanzan para cubrir impuestos!
Nuestro ecosistema —tanto biótico como abiótico— también sufre por nuestras acciones. Es un asunto de educación continua que debe traducirse en una mejor relación con la naturaleza. Si no cuidamos nuestro entorno, la vida en este mundo será cada vez más insostenible.
La liturgia del domingo 21 de septiembre de 2025 nos recuerda, en Amós 8:4-7, que quienes oprimen al pobre, falsean balanzas y comercian con los más vulnerables serán juzgados. En Mateo 6:24 se advierte que nadie puede servir a dos señores: no se puede adorar a Dios y al dinero. Y en Lucas 16:1-13 se enseña que seremos evaluados por la forma en que administramos nuestros talentos.
No todos los administradores actúan con malas intenciones, ni todos los políticos, empresarios u organismos internacionales se conducen con opacidad. Pero se hace urgente un llamado a la reflexión ética y a la recuperación de los valores morales. Para seguir viviendo en este mundo, es indispensable lograr un equilibrio entre lo económico, político, empresarial y social, que se traduzca en una verdadera mejora de la calidad de vida.
Recordemos que la prosperidad mal habida suele convertirse en enfermedad, tristeza y vacío. En tiempos como los actuales, debemos ser más empáticos, solidarios y profundamente humanos.
El autor es doctor en Ciencias Empresariales.

