A dos días de las elecciones de Estados Unidos, he encontrado la palabra perfecta para describir lo que se ve en el horizonte. Según el diccionario que uno consulte, la palabra “zafarrancho” tiene múltiples acepciones. El término, se origina en “zafar” que proviene del árabe hispánico “azah” que significa “librar” o “quitar obstáculos”, y de “rancho” que viene del frances antiguo “ranger” que significa “alinearse” en la organización marinera para mantener el orden y la disciplina en los barcos.
Muchas de esas acepciones que aparecen en el diccionario, se adaptan al ambiente político que se ha generado alrededor de las votaciones que se darán el cinco de noviembre, y a lo que se percibe serán los días/semanas/meses siguientes. Comencemos por lo que dice el Diccionario de la Real Academia Española (que incluye a las Academias de todos los países que hablan español), sobre la palabrita.
La primera acepción se refiere al uso que se le da en el ambiente marinero. Es la “acción o efecto de desembarazar una parte de la embarcación para dejarla preparada para determinada faena”. Aplica particularmente para labores de combate o de limpieza. La campaña de Trump lleva dos o tres semanas preparando el ambiente para el combate. Como era de esperarse, ya comenzaron a denunciar trampas y fraudes en los estados que necesitan ganar para lograr los votos electorales que le darían la presidencia, basado en el aberrante sistema electoral de Estados Unidos, donde es más importante un votante de Arizona o Michigan, que uno de California o New York. Muchos observadores consideran que, como no ven clara la victoria, están preparando el ambiente para denunciar un fraude cuando se declaren ganadores esa noche, al margen de que ni siquiera se hayan terminado de contar los votos.
La segunda acepción: “limpieza, saneamiento, aseo”, es lo que ha estado tratando de hacer la campaña de Harris de toda la basura que ha estado regando en su discurso Trump y su gente. Cada vez que tienen oportunidad, tratan de enfocarse a un mensaje positivo, alejándose del odio que destila la retórica impresentable de los “trumpers”. De hecho, en la última semana, la tropa de MAGA ha cerrado la campaña demostrando que su capacidad de insultar sigue intacta. Desde el evento fascista/misógino/xenofóbico/repugnante que organizaron en el Madison Square Garden hace una semana, donde literalmente llamaron a Puerto Rico una isla de basura que flota en el mar, hasta los ataques directos a “las tontas” Kamala (mal pronunciado como siempre), Liz Cheney, Taylor Swift, Alexandra Ocasio-Cortez y demás mujeres que apoyan a los demócratas, el lenguaje de desprecio ha estado a la orden del día.
Sobre lo de Puerto Rico, puede ser un elemento importante en la definición de la elección. En Pennsylvania, estado que todo indica tiene que ganar Trump para llegar a los 270 votos electorales, viven casi 500,000 puertorriqueños que votan. Si tomamos en cuenta que Trump ganó el estado en 2016 por menos de 50,000 votos y lo perdió por menos de 100,000 en 2020, lo que hagan los puertorriqueños despreciados por los xenófobos trumpistas, pudiese ser relevante. Como ejemplo, una encuesta entre la población puertorriqueña en Florida esta semana, mostró que el 85% piensa votar por Harris. Mucho más que la misma encuesta hace tres meses. Si a eso se suma el apoyo abierto a la vicepresidenta por parte de figuras como Bad Bunny, Jeniffer López, Ricky Martin, Marc Anthony y Luis Fonsi que, entre todos, tienen más de 300 millones de seguidores en redes sociales, “la gracia” de la isla de basura y contra la población latina que tiene demasiados hijos “porque no saben sacarla a tiempo”, puede que les salga cara.
Las tercera acepción: destrozo, estropicio, desbarajuste, desaguisado, ricia, quebrazón y otomía, y la cuarta: riña, trifulca, cisco, tropiezo, chamusquina y molotera, son ambas un buen pronóstico de lo que seguramente pasará en las semanas entre noviembre y enero, en caso de que Trump pierda la elección. Si en 2020 alborotó a sus hordas de fanáticos, no hay por qué pensar que en esta ocasión será diferente. Y ahora con más razón, pues si pierde la elección posiblemente vaya a parar con su masa anaranjada a la cárcel (hay que reconocer que le combinaría con el uniforme), dada la cantidad de condenas que se la acumulan y que los jueces no han dado sentencia para que no digan que están tratando de afectar el resultado electoral. La diferencia con lo ocurrido hace cuatro años, es que la gente seguramente está preparada para enfrentar el zafarrancho al que el valiente Trump mandará a sus feligreses. Pues dudo mucho que él salga a poner el pecho por delante, como suele ser la norma de la mayoría de esos “sietemachos” de escaparate. La otra diferencia es que el alcance de las pataletas de Trump no será la misma siendo un candidato mal perdedor, que siendo un presidente mal perdedor.
Si vamos al diccionario de americanismos, en Perú, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay, “zafarrancho” se utiliza para referirse a una cosa hecha sin cuidado ni habilidad. Esto también aplica bastante bien a la metida de pata de la campaña de Trump de pisarle los callos a los puertorriqueños y a las mujeres, tomando en cuenta que son dos grupos que pueden cambiar el resultado en una elección tan reñida como parece será esta.
En México, un “zafarrancho” se refiere a una pelea que provoca gran alboroto, desorden y destrozos, más o menos como lo que organizó Trump en el Capitolio el tristemente célebre 6 de enero de 2021.
Por último, también en los americanismos, está la acepción que se da a la palabrita en Puerto Rico, donde se refiere a “Trampa o conspiración para engañar”. Curiosamente, aplica exactamente lo que parece estar preparando la campaña trumpista en caso de perder las elecciones...
Sea lo que sea que pase después que se cuenten los votos, parece aplicará bien el grito que tantas veces leímos en novelas marinas cuando un capitán daba la orden: “¡Marinero, llame a zafarrancho!”
El autor es médico