Gladys Palmera: por amor al arte

Gladys Palmera: por amor al arte


Cuando llegue el momento, Alejandra Fierro Eleta -o Gladys Palmera-, donará su colección de más de 50 mil vinilos a la escuela de música estadounidense Berkeley.

Lo hará a cambio de que la academia le otorgue becas a niños panameños, específicamente de Portobelo.

El plan no es improvisado. Ya lo conversó y coordinó con el jazzista Danilo Pérez. Sería el punto cúspide de su proyecto: ‘Escuelita del ritmo’, un centro musical en el pueblo costero de Colón en el que de lunes a viernes se recibe de forma gratuita a cualquier niño con ganas de tocar un instrumento. También aprenden inglés, conducta social e informática.

Perfil

Alejandra Fierro Eleta nació en Madrid, España. Su padre era de Asturias, mientras que su madre nació en el Istmo después que su abuelo llegara para la construcción del canal. Su colección de vinilos de música afrocubana, la mayor del mundo, la inició con la compra de ‘Metiendo mano’, de Rubén Blades.



Fierro Eleta es mitad panameña, como casi todos en Panamá. Su padre es de Asturias y su madre nació en el istmo luego que su abuelo español se estableciera allí a causa de la construcción del canal. De ahí que haya fundado la escuela en Portobelo, además de su clara pasión por la música.

A sus 20 años, cedió a su pasión por la radio y la música latina y quiso tener su propio programa. Su padre era conservador, así que le prohibió que usara su nombre y apellido. Entonces Gladys, porque su hermano la llamaba así de broma; y entonces Palmera, por el Caribe.

Desde entonces ha transmitido de forma legal y también de medio pirata, en FM, y en los últimos cinco años a través de internet, con una emisora que lleva su mismo nombre y que se especializa en difundir música latina sin interrupciones comerciales.

Gladys costea de su bolsillo todos los gastos que genera su sueño. No quiere “ensuciar” su ideal con los principios radiales. “La radio es bussiness (negocio), y yo no hago bussiness. Lo mío es la música”, dice desde su apartamento en Madrid, mientras acaricia a Rumba, su pequeña Schnauzer.

PORTOBELO MUSICAL

Los sábados en Portobelo son especiales. En la plaza principal, donde el busto negro y sonriente de Ismael Rivera mira hacia el Atlántico, se reune un grupo de jóvenes de varias edades y dan un modesto concierto. Versionan canciones y fusionan ritmos latinos. Suenan tambores, pianos, timbales, trompetas, guitarras, bajos, flautas, batería. Son los niños de la ‘Escuelita del ritmo’, que una vez a la semana muestran lo aprendido entre lunes a viernes.

“Empezamos de la nada. Tomé unos profesores de Colón, acondicionamos unos lugares y compramos un montón de instrumentos. Entonces abrimos la matrícula gratis para todos los que quisieran ir y aprender”, cuenta Gladys. Llegó a Portobelo porque su hermana Aurora Fierro y su prima Sandra Eleta manejan allí la Fundación Bahía de Portobelo, además de un centro de congo, rescate de mujeres y talleres de pinturas.

Gladys aclara que no son academia, sino una escuelita, “sin pretensiones”, que además de la música intenta rescatar los bailes tradicionales, como el zaracunde, los diablos o el congo, incluyendo la confección artesanal de sus vestidos. “Con el pasar de los años, hemos visto grandes resultados”, destaca.

Son estos resultados, precisamente, los que la han convencido de entregar su entrañable colección de vinilos, la más grande del mundo en lo que a ritmos afrocubanos se refiere, a cambio de mayores oportunidades para los pequeños músicos.

FLUYEN LOS RITMOS

El idilio entre Fierro Eleta y la música latina comenzó a los 10 años, cuando vino a vivir a Panamá por unos meses. Se quedó en casa de su tío Fernando, en La Cresta. Allí escuchó boleros y clásicos románticos que la enamoraron de la guajira y las maracas. Más aún con la popularidad de ‘Historia de un amor’, escrita por su tío Carlos Eleta.

Continuó escuchando a Olga Guillot, Coco Sánchez y Lucho Gatica. A los 18, se compró su primer vinilo de música latina: ‘Metiendo mano’, de Rubén Blades, quien años después se convertiría en su primer entrevistado para su programa de radio ‘Sabrosura’.

Luego de tres años con ‘Sabrosura’ en una radio muy pequeña, y con la energía de una veinteañera, Fierro Eleta ya se había transformado en Gladys Palmera, y extendió su proyecto primero a una emisora que transmitía a todo Madrid, y luego a toda España. Se mudó a Barcelona y alquiló 14 horas diarias a una radio nacional que se transmitía medio legal. Después fundó una radio con sedes en Valencia, Madrid y Barcelona bajo el nombre Gladys Palmera. Durante todos estos años, engrosó su colección de vinilos hasta convertirse en una de las más importantes del mundo.

Con la crisis, perdió sus pocos anunciantes, y dio el salto a lo digital. “Yo costeo todos los gastos de la radio, porque de momento no me interesa ‘enguarrar’ la web con cuñas y tal, porque aún no se ha legislado bien la publicidad online. Con el tiempo, me llamaran, y haremos algo bien hecho; pero a mí lo que más me interesa es difundir la música”.

 Entre su contenido, está la Colección Gladys Palmera, en la que transmite parte de su tesoro. Lo hace desde su casa en San Lorenzo de El Escorial, un mítico lugar montañoso engalanado por su monasterio, construido por el rey Felipe II.

En su tiempo libre, se dedica a limpiar, etiquetar y plastificar su colección de vinilos. Los quiere mantener en un estado perfecto para cuando llegue el momento de donar su legado para que los niños de Portobelo tengan una oportunidad en Berkeley. Todo sea por amor al arte.

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