Por años se ignoraron, se lanzaron críticas abiertas y se cruzaron en los pasillos del poder con medida distancia. Pero el domingo 23 de noviembre, durante la elección interna del Partido Panameñista, Mireya Moscoso y Juan Carlos Varela, dos expresidentes de la República y panameñistas de tuerca y tornillo, se fundieron en un abrazo. Breve, formal, pero suficientemente simbólico como para generar conversación en los círculos de la política criolla.

La escena ocurrió en el Centro de Convenciones Vasco Núñez de Balboa, del Hotel Panamá, donde los panameñistas acudían a renovar su estructura directiva. No hubo palabras grandilocuentes, pero sí una imagen que dejó eco: Moscoso, fundadora del partido y su presidenta vitalicia, estrechando los brazos con Varela, su viejo adversario interno.
En la imagen, Varela y Moscoso se abrazan con fuerza en medio del salón. Él la rodea con ambos brazos, sonriente; ella, de espaldas a la cámara, viste una blusa morada y pantalones blancos. Es un abrazo largo, de cuerpo entero, más que un gesto de cortesía. A su alrededor, varios testigos observan atentos; algunos sacan fotos. No hay palabras visibles, pero la imagen habla sola: dos figuras históricas, enfrentadas durante años, se encuentran en un gesto que no estaba en el guion.
Una grieta de larga data
El distanciamiento entre ambos no es secreto. Viene desde las primarias de 1998, cuando Varela, entonces jefe de campaña del empresario Alberto Vallarino, el candidato que en ese entonces perdió frente a Moscoso, renunció al partido tras denunciar irregularidades. Regresó años después, ya con ambiciones propias, pero la relación nunca se reparó del todo. Para Moscoso, Varela era un dirigente con poder, pero sin brújula partidaria; para Varela, ella representaba una etapa que el partido debía superar.
Los años previos a las elecciones de 2014, cuando Varela llegó al Palacio de Las Garzas, fueron especialmente complicados para su relación. Moscoso descalificó públicamente la candidatura de Varela varias veces. En el clímax del enfrentamiento, respaldó al candidato del oficialismo, José Domingo Arias, quien fue el candidato de Cambio Democrático (CD), partido que fundó el expresidente Ricardo Martinelli.

Sin embargo, tras la victoria presidencial de Varela en mayo de 2014 Moscoso fue de las primeras en felicitarlo públicamente: “Felicito al nuevo Presidente y a la Vicepresidenta”, aseguró.
“Gracias a Dios que vivimos en una democracia, y el pueblo panameño salió en libertad a votar y escogió a un nuevo Presidente. El pueblo dijo a quién quería de Presidente...”, dijo en ese momento.
Con el tiempo, la relación entre los dos exmandatarios ha estado marcada por distanciamientos y encuentros públicos esporádicos, casi siempre tirantes, que reflejan el vaivén de sus posiciones dentro del Partido Panameñista, un colectivo que actualmente tiene 220,379 miembros.
El gesto y sus ecos
El abrazo del súperdomingo político no borra esa historia, pero la contextualiza. Ocurre en medio del proceso de reestructuración del partido, que busca resurgir tras una de sus peores crisis electorales: la de los comicios de 2024.
Ninguno de los dos está ya en la cúpula, pero ambos conservan capital simbólico. La expresidenta vestía de morado, el color que identificó al empresario Carlos Raúl Piad, quien fue derrotado por el diputado presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Herrera, precisamente un personaje cercano a Varela.
La Prensa consultó a Varela sobre la conversación con Moscoso. “Nos saludamos. Ella y yo hicimos un intento de unificar las dos nóminas. No lo conseguimos, pero hicimos un esfuerzo”, narró.
¿Significa reconciliación? Nadie lo sabe. Pero sí representa una pausa en años de recriminaciones, cruce de mensajes cargados de veneno, y hasta silencios prolongados que en muchas ocasiones siempre dijeron más que cualquier declaración pública.

