Transcurridos los tres debates de candidatos presidenciales que por ley organiza el Tribunal Electoral y otros foros del proceso electoral de 2024, conviene hacer un repaso para considerar lo que se ha aprendido, lo que se debería cambiar y lo que se debería mantener.
El formato manda y distorsiona. Los 5 debates celebrados en los meses de febrero, marzo y abril presentaron distintos formatos los cuales se convirtieron en camisas de fuerza para los candidatos y candidatas. El mejor debate fue el de David, en el que los jóvenes de todo el país hicieron preguntas directas a los candidatos. En materia de contenido, el debate más profesional fue el de turismo, en el cual, periodistas hicieron las preguntas y repreguntas. Tener a los candidatos cuestionando y replicando entre sí produce una escena propia de una pelea de cantina.
Menos es más. En un debate en el que en teoría iban a participar ocho personas no es razonable tener más de tres temas. Los candidatos y candidatas deben tener tres minutos para presentar sus propuestas sobre cada tema, luego de lo cual pueden ser repreguntados. El éxito de un debate no se puede medir en la cantidad de temas, sino en la profundidad de los planteamientos de los participantes.
Los grandes temas fueron ignorados. ¿Cuáles fueron las propuestas para resolver el déficit de las pensiones de la Caja de Seguro Social?, ¿Cuáles son las estrategias para enfrentar la gigantesca deuda pública y recuperar el grado de inversión?. ¿Qué iniciativas se aplicarán en materia de seguridad pública?, ¿Cuál es el plan para atender el problema migratorio por Darién?, ¿Cuáles son las propuestas dirigidas a atender el desafío del cambio climático en Panamá?, ¿Qué se hará para disminuir la concentración de la riqueza y promover la equidad socioeconómica en el país?. ¿Cómo serán las relaciones exteriores de Panamá con China?, y ¿Cuáles son las propuestas para fortalecer la democracia y los derechos humanos en América Latina y el Caribe?. Estos y otros cuestionamientos no fueron considerados por los candidatos y candidatas, por lo que los votantes perdimos la oportunidad de ejercer un voto mejor informado, e incluso no tuvimos el regalo de aprender con los razonamientos y propuestas de los candidatos en estos temas.
Fact checking, por favor. Cuando un candidato dice repetidamente que hará un tren de Panamá a David, o que en Panamá ha habido 34 mil millones de dólares en evasión fiscal, o que va a crear 500 mil empleos en 5 años (100 mil por año, 8 mil 333 al mes…) y otras bellezas más, se hace obligatorio que los medios de comunicación tengan especialistas que validen los números y las referencias. Por ejemplo, la agenda 2030 no tiene nada que ver con el matrimonio igualitario. La ignorancia es atrevida, y se vuelve peligrosa cuando busca el poder.
Son demasiados candidatos. En teoría, en el sistema político panameño, cada partido político inscrito podría tener un candidato presidencial y existen tres cupos para candidaturas por la libre postulación. Esto significa que pudimos tener 11 candidatos presidenciales este año. Nos tocó tener ocho. Existen métodos para estructurar los debates con una cantidad menor de participantes. Por ejemplo, dado que son ocho las candidaturas, podían hacerse dos debates de cuatro candidatos cada uno en noches consecutivas. Otra fórmula es que a los primeros debates asistan todos los candidatos y candidatas y que en los últimos debates participen solo los cuatro candidatos con el promedio de más alto puntaje en las encuestas reconocidas por el Tribunal Electoral. Esto último se hace en Estados Unidos para los debates de las primarias presidenciales. De esta forma el público votante puede concentrarse en menos personas y cada candidato o candidata tiene más tiempo para hablar.
Los debates son importantes para los votantes. Aunque al principio de los debates presidenciales en Panamá, los votantes no los consideraban tan relevantes para su toma de decisión, los debates más recientes tienen importancia para más y más votantes. Tan solo la reacción en las redes sociales a comentarios o respuestas de los candidatos, evidencian una muy alta audiencia de estos eventos. Nuestra cultura política debe profundizar su dominio de las técnicas de debate como una forma de promover la interacción y la comunicación sobre asuntos de interés público.
A los ausentes se les debe castigar. En el proceso electoral de 1999, la candidata del Partido Panameñista Mireya Moscoso evitó participar en los debates presidenciales. Ella era la viuda de un caudillo y pertenecía a una generación distinta a la de su adversario principal, Martín Torrijos, hijo de otro caudillo. Desde el 2004 hasta el 2019 todos los candidatos presidenciales asistieron a los debates a los que fueron invitados. Este año, el candidato más viejo, José Raúl Mulino y el candidato más joven José Gabriel Carrizo, evitaron participar en alguno o todos los debates. Supuestamente para Mulino, el ausentarse de los debates representa una ventaja porque evita cualquier riesgo de una metida de pata, o que sus adversarios lo exhiban. En el caso de Carrizo su semiausencia del debate, al que casi asistió ya que se encontraba en un restaurante a unos pocos metros del Centro de Convenciones Atlapa, solo tiene una explicación. Los aspirantes a la reelección como alcaldes, como diputados y representantes de corregimientos por el partido de gobierno tienen que haber presionado para evitar que otro traspiés en un debate los condenara al cementerio electoral.
En todo caso, dado que los debates son obligaciones establecidas en el Código Electoral, se debería castigar la ausencia injustificada. Hay varios posibles castigos que pueden ser desde un recorte al subsidio electoral, el cambio de la ubicación en la papeleta para que el ausente ocupe el último lugar, o simplemente una multa significativa al partido o movimiento político. Los debates presidenciales no son desfiles de moda, sino que son el derecho de los votantes para conocer y evaluar de forma cooperativa a la oferta electoral. Para los candidatos es un privilegio que los votantes los vean y escuchen. El desaire a los ciudadanos debe tener un castigo.


