El derrumbe del monumento chino en el Mirador de las Américas, en Arraiján, ocurrido este sábado, reavivó una controversia que trasciende el deterioro de una estructura pública. Mucho antes de su colapso, el arco rojo, construido en 2007, ya había sido señalado por The Washington Post, en un reportaje publicado en agosto de este año, como un símbolo incómodo en medio de la creciente disputa diplomática entre Estados Unidos y China por la influencia sobre el Canal de Panamá.
Levantado para conmemorar los 150 años de la migración china al istmo, el monumento —custodiado por leones de piedra y dragones pintados— ofrecía una vista privilegiada del canal y del puente que une los continentes. Sin embargo, con el paso del tiempo, el abandono y la falta de mantenimiento provocaron desprendimientos visibles, alimentando un debate sobre su restauración o su demolición total.
Para líderes de la comunidad chino-panameña, el deterioro del mirador nunca fue un hecho aislado. Carlos Ng, vicepresidente de la Asociación China de Panamá, advirtió que la negativa de las autoridades locales a autorizar su renovación coincidía con el progresivo distanciamiento del Estado panameño respecto de Pekín.

“La gente piensa que está abandonado”, lamentó, al señalar que las solicitudes formales para repararlo nunca recibieron respuesta.
Conflicto diplomático
El reportaje del diario estadounidense subrayó que el mirador se convirtió en un símbolo del giro político de Panamá hacia Washington, en un momento en que el presidente Donald Trump ha insistido en que China controla el canal y ha prometido “recuperarlo”, incluso mediante el uso de la fuerza. Esa retórica evoca en Panamá recuerdos sensibles de la invasión estadounidense de 1989.
En ese contexto, el Gobierno panameño ha tomado decisiones que marcaron un claro alejamiento de China: el retiro del país de la Iniciativa de la Franja y la Ruta; el desmantelamiento de torres de telecomunicaciones de Huawei, con apoyo estadounidense; y la auditoría a la empresa hongkonesa CK Hutchison, operadora de puertos en ambos extremos del canal, cuyos contratos hoy enfrentan acciones legales.

Consultado por The Washington Post, el presidente José Raúl Mulino negó que el futuro del mirador estuviera condicionado por la geopolítica y sostuvo que se trata de un asunto estrictamente municipal. No obstante, reafirmó que Estados Unidos es el “socio estratégico y multifacético número uno” de Panamá, una declaración que, para algunos analistas, refleja la prioridad política del actual Gobierno.
Historiadores recuerdan que la comunidad china está profundamente ligada a la historia del canal. Los primeros migrantes llegaron en el siglo XIX como mano de obra para el ferrocarril y los intentos iniciales de excavación. Con el tiempo, se establecieron como comerciantes y formaron la mayor comunidad china de Centroamérica, hoy integrada por entre el 5 % y el 10 % de la población panameña.
Irrupción de Trump
El acercamiento formal entre Panamá y China se consolidó en 2017, cuando el país rompió relaciones con Taiwán y se sumó a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Desde entonces, China se convirtió en su principal mercado de exportación, mientras empresas chinas obtuvieron contratos millonarios de infraestructura. Ese escenario comenzó a revertirse tras el regreso de Trump a la Casa Blanca y el aumento de la presión diplomática estadounidense.

Analistas citados por el diario estadounidense advierten que, aunque el Gobierno panameño ha reiterado su soberanía sobre el canal, las acciones recientes sugieren una respuesta directa a las exigencias de Washington. En ese pulso, decisiones locales de la Alcaldía de Arraiján —como la falta de intervención para salvar un monumento cultural— adquieren una lectura política más amplia.
Esteban Cheung, líder de la comunidad china en Panamá, dijo que en 2024 solicitaron la ampliación de la concesión del lugar donde se ubicaba el monumento, la cual vencía ese mismo año. Pese a que sostuvieron una reunión con la alcaldesa de Arraiján, Stefany Peñalba, en mayo de este año, nunca recibieron respuesta sobre las mejoras al sitio cultural.
Reportaje: The Washington Post
Para figuras como la diputada Patsy Lee, panameña de ascendencia china, el colapso del monumento representa una señal preocupante. Considera que Panamá debe preservar el equilibrio entre sus dos principales socios y evitar que la comunidad chino-panameña quede atrapada en una disputa global.
Restaurar el mirador, sostiene, habría sido un gesto mínimo de reconocimiento histórico; su derrumbe, en cambio, terminó por convertirlo en una metáfora tangible del conflicto diplomático que rodea al canal.
