Escuchar a Stanley Heckadon-Moreno, reconocido antropólogo y sociólogo de campo panameño, es un honor y un verdadero placer. Tener la oportunidad de oírle relatar una parte de su infinito repertorio de vivencias es, sin duda, un bálsamo para el alma.
Así quedó demostrado durante la presentación de La Niña Jenny y Cuentos a la vera del río y la mar en la Feria Internacional del Libro de Panamá 2025. La intervención de este riguroso científico y destacado escritor, nacido en Puerto Armuelles (Chiriquí), comenzó con gracia y cercanía.
Entre anécdotas, compartió la historia que da vida a “Cuatro cajas de pachita”, el primer relato de los 74 que conforman su más reciente obra. Era el verano de 1952, en vísperas de la contienda política que llevó a José Antonio Remón Cantera a la presidencia, cuando un hombre llegó a la finca de sus abuelos, a orillas del río Chiriquí Viejo, cabalgando y acompañado de otro caballo cargado. Pedía posada. A Stanley, entonces un niño, le tocó desensillar al animal, cuenta a los asistentes a esta presentación en el salón Trenzado de Atlapa.
Pronto notó que no era el equipaje habitual de un campesino. Al retirar la tapasilla, aparecieron cuatro cajas llenas de pachitas de seco Chiricano. El visitante le advirtió que él mismo se encargaría de bajarlas, pues no quería que se quebrara ni una sola.
“¿Dónde va con ese montón de pachitas?”, se preguntaba, ingenuamente. El hombre le lanzó una pregunta directa: —Oye, pelao, ¿tú has oído cómo se eligen a los presidentes de la República?
Stanley respondió que sí, que era el candidato que más votos recibía. El forastero soltó una carcajada y replicó:—No seas ahuevao, te voy a mostrar cómo se escogen a los presidentes en este país.
Acto seguido, le mostró un fajo de billetes de cinco dólares que sumaban en total 500 dólares. —Mañana en Divalá, a cada viejo pendejo por ahí le voy a dar una pachita de seco y cinco dólares a cambio de su cédula. Así es como se escogen a los presidentes —sentenció el hombre.
Las risas entre el público no se hicieron esperar.

El relato continuó con “El pintor y la modelo”, también incluido en Cuentos a la vera del río y la mar. Como parte de su trayectoria, Heckadon-Moreno ha entrevistado a centenares de personas. Este cuento, en particular, nació cuando colaboraba en el catálogo de una exposición del Museo de Arte Contemporáneo sobre los pintores de los populares “diablos rojos”, famosos por sus exteriores de colores vibrantes, detalles cromados y música a todo volumen.
Para realizar esta tarea, solicitó al museo que, cuando los pintores entregaran sus obras, llenaran una breve encuesta con la dirección de su casa o taller y su número de teléfono. A partir de estos datos, seleccionó una muestra para entrevistas. El primero que eligió vivía cerca del museo, en la avenida A, El Chorrillo, y ya había visto sus pinturas en varios de esos buses.
Decidió llamar al “taller” del artista. Para su sorpresa, no se trataba de ningún taller, sino nada menos que de la Cárcel Modelo, en El Chorrillo.
Ya comprometido con el homenaje a los pintores, terminó visitando La Modelo para entrevistarlo.
“Pregunté si había una biblioteca donde conversar. Me respondieron que dónde carajo creía que estaba. La cárcel estaba repleta y la entrevista sería en el pasillo de una galería”, relató.
El encuentro tuvo lugar al final de un pasillo, junto a una ventana que daba al patio de armas. Los asientos fueron dos cajas de madera. La entrevista, que sería individual, resultó ser colectiva, pues los demás detenidos también opinaban.
“Cuando yo le preguntaba al pintor tal cosa, opinaba toda la galería. ‘Eso es un embuste, el mejor pintor es fulano’. Se volvió una entrevista colectiva”, cuenta Heckadon, entre risas. “No pensaba en el miedo de estar en una cárcel… cuando estoy en lo que estoy, estoy. Todo por amor al arte”, añade.
Otros títulos que componen el libro presentado durante la FIL Panamá 2025 son: La batería Morgan, el pirata y el taxista, Agustina, una campesina del lago Gatún, Luciano y las culebras del Cricamola y Natividad y la bucería de perlas en Coiba.
“Hay cuentos de mentira, pero mis cuentos son de verdad, como yo los recuerdo”, aclara Heckadon.
“Este libro representa un conjunto de recuerdos de personajes y paisajes de Panamá que he podido conocer en mi andar, de frontera a frontera. Desde la niñez hasta el gran número de campesinos, pequeños ganaderos y agricultores con los que he podido conversar”, comenta.
Estas entrevistas han sido a orillas de quebradas y del mar —“hay muchos ríos y mares cerquita aquí en Panamá”—, y le es difícil elegir cuál le emociona más: “cada uno es un momento especial de mi vida”.
Durante un espacio concedido a La Prensa, el antropólogo también habló de La Niña Jenny, libro que es un homenaje póstumo a su amigo y compadre Carlos Manuel Gasteazoro (1922-1989), pionero de la historiografía científica en Panamá, catedrático universitario, consultor del Instituto Panamericano de Geografía e Historia y autor de obras fundamentales como Introducción al estudio de la historia de Panamá (1956) y La historia de Panamá en sus textos (1980). Gasteazoro también fundó y dirigió la Editorial Universitaria, y coordinó la colección Biblioteca de la Cultura Panameña.
“No soy historiador, pero la historia de Jenny C. White del Bal vino a mis manos por pura casualidad, gracias a Carlos Manuel Gasteazoro, quien tenía interés en que se tradujeran al español las cartas de Jenny, una joven de familia distinguida de Nueva York”, cuenta Heckadon. La madre era hija de un general y publicó varias novelas. El padre era juez de la Corte Suprema del Estado de Nueva York. Ella se casó con el santiagueño Bernardino del Bal Arosemena, recién graduado en Harvard, y a fines de junio de 1863, la pareja se embarca para Panamá.
Al llegar al trópico, entre selvas verdes y playas blancas del Caribe, Jenny empieza a escribir sobre los pasajeros que viajaban a California o a Sudamérica, las impresiones que tenía de Panamá, la forma de vestir de la gente y sobre su nueva familia política.
Según Heckadon, las primeras cartas describen la llegada de la expedición científica española al istmo. “En una de las cartas, escribe que ‘los panameños son desorganizados, pero para las fiestas no’. Rápidamente se organizaron para atender a la expedición científica española: formaron comités de la bebida, de la comida, de la música y de la decoración”, relata.
Jenny también describía a su familia cómo vestían las señoras de la época, así como procesiones, bautizos y funerales.
Sin dudarlo, Heckadon-Moreno afirma: “Es el único testimonio que tenemos de una mujer en Panamá en el siglo XIX, no hay otro”.
A creole from Bocas del Toro: The story of Carlos Reid; Alexander Wetmore y las aves de Panamá: Expediciones de 1944 a 1966; Una niña en la construcción del Canal son algunos de los libros que también ha escrito Stanley Heckadon-Moreno. Su inspiración surge tanto de experiencias personales como de su trabajo de investigación.
¿Cuántos libros en total ya ha escrito? —se le preguntó. “Yo, como los pescadores, no los cuento porque después los salo”, responde entre risas.
¿Qué más disfruta de los libros? “Me gusta que el libro siempre tenga buena calidad. No es una pacha de guaro; es algo muy especial y quiero que el lector tenga una buena obra, que le guste la portada y sus ilustraciones”.
Su trato cercano y afable se hizo evidente: mientras dialogaba con este medio, dedicaba unos instantes a preguntar a cada lector a quién debía dirigir la dedicatoria, firmando cada libro con esmero.
