Corpus Christi: Color, cultura y fe

El Corpus Christi en Panamá nació de la necesidad de evangelizar a los pueblos indígenas que no compartían el mismo idioma, mediante un teatro en el que “los ángeles representaban el bien y los personajes con máscaras endiabladas, el mal”. Con el tiempo, esta tradición fue transformándose hasta llegar a los icónicos diablitos que conocemos hoy: los “diablitos sucios” y los “diablitos limpios” o el “gran diablo”.

Los diablitos sucios, con su característico traje negro y rojo llamado fustillo, deben su nombre a la pintura de achiote y carbón que, al mezclarse con el sudor, les daba ese aspecto “diabólico y sucio”. Por otro lado, los diablitos limpios conforman un ejército de diablos con diferentes jerarquías, liderados por el diablo mayor, e incluyen figuras como la diabla, el caracolito y el diablo capitán, que portan telas de colores que “simbolizan los matices del fuego”.

Una de las primeras tradiciones del Corpus Christi es el “diablo encuetao”, en la que un diabólico sucio corre por las calles con un fuego artificial llamado montante, que puede explotar en cualquier momento, incluso cerca de la gente, despertando emoción y respeto.

El ritual incluye el tradicional “cuarteo del sol”, donde el diablo mayor, la diabla, el caracolito y el diablo capitán parten simbólicamente al sol en cuatro partes, representando “su dominio del mundo en un gran pacto diabólico”. Esta acción marca la entrada en una profunda oscuridad hasta el jueves siguiente.

Luego se celebra una misa en la iglesia donde los diablos piden permiso para entrar, acompañados de las danzas tradicionales como Montezuma, cabezona, Montezuma española, y las enanas, entre otras. Después, marchan por las calles de La Villa con el Santísimo Sacramento — “el trozo de pan sin levadura convertido en el cuerpo de Cristo”, añade José— que representa el fin de la oscuridad.

Durante el recorrido, lugareños y visitantes, incluso de países como Colombia y México, realizan alfombras de sal de colores que cubren las calles, “generando obras de arte inmensas en ofrenda a Jesús sacramentado”, comenta Rodríguez. Estas alfombras se elaboran durante toda la noche, mientras la gente busca al torito, otra danza tradicional que recorre las calles.

Para quienes viven esta experiencia por primera vez, el sentimiento es único. “Sienten un gran misticismo e incluso emoción, llegan a llorar”, así menciona de José “Jackson” Rodríguez, comentan algunos participantes, destacando que el Corpus Christi es mucho más que una fiesta: es una expresión profunda de identidad panameña.

Además de La Villa, esta celebración se replica en distintas regiones del país, como Parita, Panamá Oeste y Darién, cada una con sus particularidades y diablitos propios. Existen registros incluso de celebraciones en Colón, con los diablicos de esa región.

El Corpus Christi es una tradición anual que nos recuerda las historias que “nos hacen a nosotros”, que hemos vivido, celebrado, honrado y bailado como panameños y panameñas.


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