Cada vez que llueve, los ríos de la ciudad de Panamá arrastran miles de botellas plásticas hacia el mar. Pero mientras la basura se acumula, hay iniciativas panameñas que están demostrando que el plástico puede tener segunda vida: como arte, mobiliario e innovación industrial.
Según el análisis técnico de los Principales Problemas Ambientales de Panamá, elaborado por el Ministerio de Ambiente (Miambiente), el mal manejo de los desechos es el segundo problema ambiental más urgente del país, después de la deficiencia en el ordenamiento territorial.
Y mientras la solución a este problema parece estar fuera del alcance de las políticas gubernamentales, un grupo de organizaciones de la sociedad civil y emprendedores innovadores está forjando el camino hacia un futuro más limpio y sostenible.
La situación es crítica. Los siete ríos más importantes de la ciudad de Panamá —Curundú, Matasnillo, Río Abajo, Matías Hernández, Juan Díaz, Tapia/Tocumen y Cabra— sufren una contaminación masiva, principalmente por plásticos.

Según el consultor ambiental y miembro de Marea Verde, Álvaro Quirós, tres de estos ríos —Juan Díaz, Tapia/Tocumen y Cabra— aún conservan ecosistemas ribereños relativamente saludables, mientras que el resto está “enfermo”, intoxicado por la gran cantidad de desechos sólidos que se arrojan a sus aguas.
El plástico, en particular, es uno de los principales culpables de esta crisis. La falta de infraestructura adecuada para su gestión agrava aún más la situación. En lugar de ser reciclado, el plástico termina obstruyendo los drenajes, contaminando los ecosistemas marino-costeros y, en última instancia, invadiendo el océano.
Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, existen signos de esperanza.
Transformando el plástico
En medio de este escenario de crisis surge Clandestino Labs, una iniciativa pionera que demuestra cómo la innovación puede transformar en su taller lo que parece ser un problema inabordable en una oportunidad de desarrollo y sostenibilidad.
Fundada por Nahuel Galeano y Juliana Lujan, Clandestino Labs está revolucionando el reciclaje en Panamá. Su proceso es único: no solo reciclan plásticos, sino que lo hacen de una forma que permite la creación de productos funcionales y artísticos.
La historia comenzó cuando Galeano, en su natal Argentina, empezó a recolectar botellas de plástico de Coca-Cola para transformarlas en luminarias. Lo que parecía una pequeña idea artesanal pronto se convirtió en un proyecto más ambicioso que, con el tiempo, llegaría a Panamá.
Con el apoyo de Ciudad del Saber y la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, Clandestino Labs se estableció formalmente y evolucionó rápidamente, impulsando la economía circular en un país donde la infraestructura para el reciclaje aún es escasa.
El proceso de reciclaje que emplean es sofisticado. A diferencia de la mayoría de los recicladores, que reciben plástico sin procesar, Clandestino Labs trabaja directamente con plástico triturado, ya separado por color. Este plástico se somete a un proceso de termocompresión, donde se aplica calor y presión para moldearlo en láminas. Estas láminas luego se utilizan para crear una amplia gama de productos: desde mobiliario y artículos de diseño hasta piezas artísticas.
Desde sus inicios en el garaje de su casa durante la pandemia de 2020, Clandestino Labs ha logrado reciclar hasta 60 toneladas de plástico, evitando que este material termine en vertederos o en el mar. Además, han logrado ahorrar 156 toneladas de dióxido de carbono, contribuyendo significativamente a la reducción de la huella de carbono en Panamá.
Economía circular: La apuesta
El enfoque de Clandestino Labs va más allá del reciclaje convencional; buscan ser un modelo a seguir para el país. Lujan, cofundadora, explica: “nuestro objetivo es crear un modelo de economía circular donde no haya desperdicios. Todo material sobrante, como los bordes o el polvo generado durante el corte, se reutiliza en la fabricación de nuevos productos”.
Además, han introducido un sistema de recompensas en el que los clientes pueden devolver productos antiguos y recibir descuentos en futuras compras, promoviendo la sostenibilidad a largo plazo.
Actualmente, Clandestino Labs cuenta con 26 productos en su catálogo, que incluyen desde mobiliario infantil hasta premios corporativos, y está desarrollando una nueva línea de láminas recicladas que podrían reemplazar la madera y el metal en la industria de la construcción.
A nivel nacional, buscan introducir este material en ferreterías locales, mientras exploran la posibilidad de exportar sus productos a otros países, lo que podría representar una oportunidad significativa para Panamá.
Lujan contó que las laminas de plástico se pueden trabajar como la madera, incluso utilizando las mismas herramientas.
Marea Verde: una lucha silenciosa
Si bien la innovación empresarial está siendo un motor clave de cambio, también existen iniciativas comunitarias que están dando pasos fundamentales. Marea Verde, una organización ambiental, lucha contra la contaminación del río Juan Díaz, uno de los más afectados por la basura en la ciudad.
A través de la instalación de la rueda recolectora de basura llamada Wanda y la barrera BoB, Marea Verde ha logrado capturar una cantidad impresionante de residuos. En lo que va del año, han recolectado más de 4.3 toneladas de plástico, y desde la instalación de Wanda en 2022, han evitado que 370 toneladas de desechos lleguen a la desembocadura del río.
Laura González, directora ejecutiva de Marea Verde, explica que el impacto de esta barrera ha sido notable: “Hemos logrado reducir significativamente la contaminación en el río Juan Díaz en comparación con otros ríos de la ciudad, como Matías Hernández y Río Abajo”.
Sin embargo, también destaca los desafíos: de los residuos recolectados, solo el 12 % es reciclable, lo que pone de manifiesto la urgente necesidad de mejorar la infraestructura de reciclaje en el país.
Además, Marea Verde ha establecido un Centro de Visitantes de Wanda en el río, conocido como La Casa de Wanda, que ha despertado un notable interés en la comunidad. Este centro ha recibido más de 3,200 visitantes en 2025, y más de 280 docentes han participado en su programa educativo, Wanda Educa.
La Casa de Wanda está equipada con exhibiciones didácticas realizadas por el Biomuseo en colaboración con proveedores y artistas locales, quienes utilizaron materiales reciclados para embellecer e incorporar el arte como herramienta de concienciación y educación ambiental. Las exhibiciones y esculturas se construyeron con aproximadamente 60,000 botellas de plástico reciclado.
La colaboración con Clandestino Labs ha sido clave en este esfuerzo, ya que la organización ha utilizado el material reciclado recogido por Wanda para construir las estructuras del centro de visitantes, contribuyendo a la economía circular en la práctica, acotó González.
Lo que muestran iniciativas como Clandestino Labs y Marea Verde es que la transformación de los residuos en recursos no solo es posible, sino que es esencial para el futuro del país.
Mientras que la infraestructura para el reciclaje en Panamá sigue siendo limitada, las iniciativas privadas y comunitarias demuestran que, con creatividad, innovación y colaboración, los problemas ambientales pueden convertirse en oportunidades de desarrollo económico y social.

Sin embargo, los expertos en el tema indican que para que este tipo de esfuerzos puedan escalar y convertirse en soluciones de impacto nacional, es fundamental que las políticas públicas acompañen este proceso. La inversión en infraestructura de reciclaje, la promoción de la economía circular y el apoyo a los emprendedores sostenibles son pasos necesarios para transformar la situación actual.
Panamá tiene el potencial de convertirse en un líder regional en sostenibilidad, no solo por su biodiversidad, sino por la capacidad de su gente para convertir los desafíos en oportunidades. El futuro del país puede ser más limpio, más verde y más próspero si iniciativas como estas se multiplican.