Dos jóvenes investigadores panameños de la Universidad de Panamá, Isaac Tuñón y Félix González, ambos de 24 años, desarrollan un proyecto que podría abrir nuevas vías en la lucha contra virus transmitidos por mosquitos, como el dengue, el zika y el chikungunya.
Desde el Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), analizan el efecto antiviral de dos compuestos de origen marino: radicicol y marizomib, capaces de bloquear la replicación de distintos tipos de virus.
La investigación forma parte de los estudios realizados bajo la mentoría del jefe del departamento de Virología y Biotecnología del Icges, José González Santamaría, quien impulsa la búsqueda de moléculas naturales con aplicaciones terapéuticas.
Según los jóvenes investigadores, los océanos albergan una enorme diversidad de organismos que producen compuestos bioactivos con propiedades antimicrobianas, antitumorales y antivirales, lo que los convierte en una fuente prometedora para el desarrollo de nuevos fármacos.
“La idea surgió como parte del trabajo que lleva adelante nuestro asesor, el doctor González Santamaría, quien estudia diferentes compuestos de origen natural. Nos interesó explorar las moléculas marinas porque han demostrado una amplia gama de actividades biológicas”, explicó Isaac. “De ahí nació la idea de probar estos compuestos contra distintos arbovirus de importancia médica”, agregó Tuñón.
Durante los ensayos, los investigadores observaron que el radicicol y el marizomib lograban inhibir la replicación de virus muy distintos entre sí, protegiendo a las células de los efectos patológicos causados por las infecciones.
“Lo que más nos sorprendió fue que ambos compuestos actúan sobre la célula huésped, bloqueando factores celulares que los virus necesitan para multiplicarse”, señalaron los investigadores.

En términos simples, estos compuestos no atacan directamente al virus, sino que interfieren en los procesos celulares que este utiliza para replicarse. En el caso del radicicol, la molécula inhibe una proteína conocida como Hsp90, esencial para el funcionamiento normal de la célula y aprovechada por distintos virus para completar su ciclo de vida.
Por su parte, el marizomib bloquea el proteasoma, un complejo proteico responsable de eliminar proteínas innecesarias, el cual también es secuestrado por los virus para favorecer su replicación.
“Ambos compuestos lograron reducir significativamente la replicación viral en cultivos celulares”, explicaron. “Esto sugiere que podrían ser considerados candidatos para futuros tratamientos antivirales, aunque todavía estamos en una etapa muy inicial del estudio”.
Sin embargo, los investigadores señalaron que en Panamá aún no es posible realizar pruebas en modelos animales, una fase clave antes de pasar a ensayos clínicos.
“Lastimosamente, no contamos con un bioterio de nivel de bioseguridad 3, que es necesario para trabajar con estos virus de forma segura. Esto limita la posibilidad de hacer pruebas in vivo”, reconocieron.

A pesar de las limitaciones, ambos consideran que el potencial de los compuestos marinos es enorme.
“Tienen la ventaja de ser más económicos, de rápida producción y con una estabilidad que podría mantener su efectividad frente a virus que evolucionan constantemente. Además, al actuar sobre la célula huésped, disminuye la posibilidad de que los virus desarrollen resistencia”, plantearon a este medio.
El estudio también incluyó pruebas contra otros virus de relevancia médica, como el de la influenza y el virus sincitial respiratorio humano, con resultados alentadores. Para los jóvenes, estos avances representan un paso importante hacia la búsqueda de antivirales de amplio espectro que ayuden a prevenir o mitigar futuros brotes.
La ciencia es pasión y paciencia
El esfuerzo y la dedicación de ambos fueron reconocidos recientemente con un Premio a Tesis de Licenciatura en la modalidad oral, otorgado por la Asociación Panameña para el Avance de la Ciencia (Apanac), un logro que los llena de orgullo.
“Recibir un reconocimiento por nuestro trabajo es muy gratificante. Refleja el esfuerzo, la paciencia y la pasión que implica hacer ciencia en Panamá”, afirmaron emocionados.
Trabajar bajo la mentoría del doctor González Santamaría, aseguran, ha sido una experiencia transformadora.
“Nos ha enseñado la importancia de la paciencia y la resiliencia. En la investigación, los resultados no siempre llegan rápido; este es un camino de ensayo, error y aprendizaje continuo”, destacaron.
Convencidos de que la ciencia es una herramienta clave para el desarrollo del país, Isaac y Félix enviaron un mensaje a otros jóvenes panameños interesados en la investigación: “la ciencia es apasionante y cada aporte, por pequeño que parezca, contribuye al crecimiento del país. No hay que rendirse; el camino puede ser lento, pero los resultados siempre valen la pena”.
Con apenas 24 años, ambos demuestran que Panamá cuenta con una nueva generación de científicos capaces de generar conocimiento con impacto internacional, impulsando el nombre del país en el campo de la investigación biomédica.

