En ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, que se conmemora cada 10 de octubre, la psiquiatra panameña Patricia Arroyo ofreció esta entrevista en la que analiza el panorama actual del país en materia de salud mental, los avances logrados tras la pandemia y los desafíos que aún persisten.
La especialista aborda temas como el aumento de los trastornos de ansiedad y depresión, la accesibilidad a los servicios públicos de atención, la formación de nuevos psiquiatras y la importancia de reforzar la prevención desde las escuelas.
Además, destaca la necesidad de romper el estigma hacia las personas con enfermedades mentales y buscar ayuda profesional a tiempo ante las señales de alerta emocionales.
¿Cómo describiría el estado actual de la salud mental en Panamá?
Como en el resto de Latinoamérica, hay un antes y un después de la pandemia. Este periodo trajo mucho sufrimiento y un incremento notable de los problemas emocionales. Sin embargo, también generó algo positivo: una mayor apertura para hablar del tema. Cada vez más personas buscan apoyo y se muestran dispuestas a conversar sobre su bienestar emocional. Lo vemos reflejado en el aumento de las consultas psiquiátricas en todo el país.
¿Cuáles son los trastornos más comunes en la población panameña?
Los diagnósticos más frecuentes siguen siendo los trastornos depresivos y los de ansiedad. Son los dos grandes pilares de la salud mental en Panamá y, tras la pandemia, hemos observado un aumento considerable en ambos casos.
Durante años hablar de salud mental fue un tabú. ¿Ha cambiado esa percepción?
Sí, antes era un tema del que no se hablaba. Existía miedo a ser etiquetado o discriminado por tener una enfermedad mental. Aunque estos prejuicios aún persisten en algunos sectores, la sociedad panameña ha avanzado. Hoy hay más apertura y disposición a escuchar y comprender.

¿Qué tan accesibles son los servicios de salud mental en Panamá?
En el sector público, la psiquiatría es considerada una cuarta especialidad dentro de los centros de salud, lo cual representa una ventaja. En muchos de ellos, el equipo incluye un psiquiatra, un psicólogo y una enfermera especializada en salud mental, además de médicos generales, pediatras y ginecólogos. Aun así, enfrentamos limitaciones. No todos los centros están cubiertos y algunos psiquiatras deben atender dos lugares a la vez. En las comarcas indígenas, por ejemplo, aún no contamos con atención psiquiátrica directa, aunque los servicios están disponibles en los centros de salud y en las policlínicas de la Caja de Seguro Social.
¿Cómo puede una persona acceder a estos servicios?
Es sencillo. En los centros de salud, cualquier persona puede solicitar una cita con psiquiatría sin necesidad de una referencia. En muchos casos, incluso los maestros son quienes remiten a los niños que requieren apoyo. Si se trata de una urgencia, los hospitales del país —como el Santo Tomás, los hospitales del interior y los del Seguro Social— también ofrecen atención inmediata en salud mental.

¿Cuáles considera que son los principales retos que enfrenta Panamá en este campo?
Panamá tiene ventajas importantes frente a otros países de la región: una red de atención primaria bien estructurada y servicios de psiquiatría en hospitales generales. Además, el Instituto Nacional de Salud Mental se ha consolidado como centro de referencia con tratamientos especializados. Pero todavía hay desafíos. El presupuesto destinado a salud mental es limitado y necesitamos más personal. Actualmente contamos con unos 3.7 psiquiatras por cada 100 mil habitantes, cuando la OMS recomienda al menos 10. También enfrentamos problemas de abastecimiento de medicamentos, no por falta de recursos, sino por demoras en los procesos de importación. Otro gran reto es social: romper el estigma y la discriminación hacia las personas con enfermedades mentales. Nadie elige vivir con una enfermedad, y quienes la padecen siguen siendo individuos valiosos y productivos dentro de su comunidad.
¿Qué avances se han dado en la formación de nuevos psiquiatras?
Ha habido un progreso significativo. Antes se graduaban entre tres y cuatro psiquiatras por año; hoy salen entre 10 y 14. En 2022 había registrados 165 profesionales, y estoy segura de que esa cifra ha crecido. Esto es un paso importante para fortalecer la cobertura y la calidad de atención.
Desde su perspectiva, ¿cuáles son las mayores amenazas para la salud mental en Panamá?
Las causas son múltiples. Los problemas socioeconómicos, la pobreza, el desempleo, la falta de acceso a tratamientos o a la educación tienen un impacto directo en la salud mental. Las deserciones escolares son un factor preocupante, al igual que el consumo de sustancias y la exposición a eventos violentos o traumáticos, que aumentan el riesgo de padecimientos emocionales.
¿Se está trabajando lo suficiente en prevención y educación, especialmente con niños y adolescentes?
Se ha avanzado, pero siempre se puede hacer más. En muchos colegios ya se abordan temas de salud mental, pero debería ser algo sistemático y parte del currículo. La OMS desarrolló hace años el programa Habilidades para la Vida, que incluye diez competencias esenciales: autoestima, manejo de emociones, pensamiento crítico y creativo, toma de decisiones, resolución de problemas, control de la ira y el estrés, y relaciones interpersonales saludables. Son herramientas simples que pueden enseñarse desde la escuela y que fortalecen el bienestar emocional desde la infancia.
Finalmente, ¿cuáles son las señales de alerta más comunes que deben motivar a buscar ayuda profesional?
Hay varias señales importantes: sentirse triste la mayor parte del tiempo, aislarse de los demás, llorar con facilidad, experimentar ansiedad constante o dificultad para concentrarse. El sueño también es un indicador clave: tener insomnio, despertar a mitad de la noche o no lograr descansar adecuadamente. Otra alerta es perder la capacidad de disfrutar actividades que antes eran placenteras. En niños y adolescentes, el bajo rendimiento escolar puede ser un signo temprano; en adultos, la disminución del rendimiento laboral. En general, cualquier malestar emocional que afecte el día a día debe tomarse en serio. Cada persona es su propio termómetro emocional. Lo más importante es no quedarse con el sufrimiento, sino buscar ayuda profesional a tiempo.
PERFIL
La doctora Patricia Arroyo es una psiquiatra panameña. Actualmente se desempeña como jefa de docencia del Servicio de Psiquiatría del Hospital Santo Tomás. Además, preside la Sociedad Panameña de Psiquiatría y la Asociación Centroamericana de Psiquiatría, liderando iniciativas regionales orientadas al fortalecimiento de la atención en salud mental y la cooperación científica entre países de la región.

