La junta directiva de la Asamblea Nacional guarda silencio sobre por qué ese órgano del Estado sostiene privilegios exclusivos para un grupo reducido de diputados, entre ellos Benicio Robinson y Raúl Pineda, del Partido Revolucionario Democrático (PRD).
Ambos, figuras de peso dentro de la cúpula del PRD, no solo disponen de sus despachos en el llamado “nuevo edificio de la Asamblea”. También controlan un conjunto de oficinas VIP en un punto estratégico del palacio legislativo: un búnker impenetrable junto a la clínica parlamentaria, en la parte trasera del palacio Justo Arosemena.

Nada cambia
El nuevo presidente de la Asamblea, Jorge Herrera, del Partido Panameñista, llegó al cargo prometiendo transparencia y un manejo responsable de la institución. Sin embargo, hasta ahora no ha dado señales de querer romper con las viejas prácticas políticas que blindan a ciertos diputados de cualquier fiscalización.
La Prensa le envió un cuestionario para preguntarle cómo justifica que Robinson y Pineda dispongan de un área especial, con seguridad que restringe el acceso y vigila a quienes se acercan. Herrera no respondió. Tampoco se ha pronunciado públicamente sobre el asunto.

Así es por dentro
Un diputado que ingresó al búnker de Robinson narró a este medio cómo luce este espacio, vedado para la ciudadanía, para la mayoría de los diputados e incluso para funcionarios de la propia Asamblea. Lo primero que advirtió fue: “allí no se entra”.
La entrada principal se ubica cerca de la Comisión de Presupuesto, área que Robinson controló durante décadas. La puerta del fortín lleva un discreto letrero con la inscripción “Despacho técnico”. Tras cruzarla, aparece un área de secretaría atendida por unas 10 asistentes. “Es un salón como de una manzana”, relató la fuente.
Después se abre otro espacio dividido con un vidrio especial que impide observar desde afuera hacia adentro. El lugar cuenta con sistema de intercomunicación, pisos de madera, muebles blancos y mesas adornadas con ramos de orquídeas. También incluye una sala de juntas, un baño y, según se presume, una habitación privada.
Sobre el búnker de Raúl Pineda poco se sabe. Algunas versiones aseguran que allí mantiene documentos vinculados a procesos judiciales abiertos en su contra, entre ellos la Operación Jericó, un caso por supuesto blanqueo de capitales. A raíz de este proceso permanece detenido su hijo mayor, Abraham Rico Pineda.
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El área permanece bajo custodia permanente de un equipo especial, pagado con fondos del Legislativo.
Remodelaciones millonarias
Durante el periodo 2019-2024, la Asamblea quedó bajo el control del PRD. El último presidente, Jaime Vargas, diputado de Darién y ficha política de Robinson, habría incrementado el poder de Robinson en el Palacio Justo Arosemena. Ya antes, en los primeros ocho meses de la presidencia de Marcos Castillero, la Asamblea destinó más de $4.3 millones en remodelaciones de oficinas, según documentó este medio. La mayoría de esos trabajos beneficiaron a diputados perredistas y a la bancada del PRD.
El derroche no se limitó al PRD. Entre 2017 y 2019, cuando Yanibel Ábrego presidió la Asamblea, se gastaron más de $5 millones en decoraciones, remodelaciones y mantenimiento de oficinas seleccionadas.
No es la primera vez
Los fortines secretos no son nuevos en la Asamblea. En 2009, bajo la presidencia del panameñista José Luis “Popi” Varela, se descubrió que el entonces diputado Pedro Miguel González, del PRD, tenía una habitación de descanso que la exdiputada Marilyn Vallarino describió como una “minisuite”.
“El cuartito”, como le llamaron en la Asamblea y en círculos políticos, permanecía oculto detrás de una oficina con fachada común. Tras la salida de González, su copartidario Yassir Purcait lo heredó. Varela ordenó eliminar la polémica habitación y en su momento declaró: “Hemos ordenado dar un uso más productivo para las labores legislativas y administrativas que realiza este Órgano del Estado”.
La historia demuestra que, lejos de extinguirse, la práctica de blindar oficinas secretas y remodelaciones de lujo se ha institucionalizado en la Asamblea. Hoy, con una planilla legislativa de al menos 4,000 funcionarios, los fortines de Robinson y Pineda se convierten en el símbolo más visible de una cultura de privilegios que sigue intacta.


